Irma Inés Riroroko Paoa

Testimonio del Pasado – by Javiera Alarcón Ossa

Irma Inés Riroroko Paoa, más conocida por su segundo nombre Ines, nació el 20 de agosto de 1961 en Rapa Nui. Sus padres, Roberto Riroroko Teao y Magdalena Paoa Avaka, fueron figuras fundamentales en su vida. Roberto trabajó como ovejero desde joven y llegó a ser capataz del fundo Vaitea, hasta que la compañía pasó a CORFO. Magdalena, conocida por su liderazgo, fundó el primer centro de madres en la isla, fomentando la unidad y el aprendizaje entre las mujeres locales, enseñándoles habilidades como el tejido y la costura. Se conocieron muy jóvenes y formaron una familia llena de amor, compuesta por hijos de crianza y tres hijos biológicos. Isac Rodolfo Paoa, Carmen Pakarati, Amalia Atan “Lucía”, Rodolfo hijo y Mike Rapu crecieron bajo el cuidado y la bondad de Magdalena, quien tuvo a Roberto, María e Inés, completando así el núcleo familiar.

Inés pasó sus primeros años en Rapa Nui, recuerda con cariño su infancia en la casa familiar ubicada en Ara Roa Rakei: “Mi barrio era como una gran familia; si no teníamos azúcar, pedíamos, y cuando podíamos, devolvíamos. Todo se compartía, era hermoso. Nadie sentía vergüenza por pedir o dar”. Las tardes en que las familias intercambiaban alimentos, como carne, camote y arroz, fortalecían los lazos de una comunidad que dice añorar, como decía su madre, “amar al prójimo ante todo”. Los valores de respeto, el cuidado a los mayores y niños fueron pilares en su crianza que comenta era parte de la propia cultura y su madre se lo transmitió. Inés también disfrutaba escuchar música en casa, especialmente recuerda canciones de Elvis Presley y Dolly Parton: “Esa música me transporta y me hace recordar los mejores momentos y una linda época en la isla.”

A los diez años, la vida de Inés tomó un rumbo inesperado cuando se trasladó al continente para continuar sus estudios. Su madre, con sabiduría, le dijo: “Algún día ustedes tendrán que volar para aprender”. En Santiago, Inés fue acogida por una joven pareja a quienes su madre había recibido como turistas en la isla durante sus vacaciones. Para Inés, ese gesto simbolizó el profundo vínculo que existía entre los isleños y los visitantes del continente. En esa época, era común que las familias rapanui solicitaran encargos o favores a quienes llegaban de visita, generando relaciones de confianza y gratitud que a menudo abrían nuevas oportunidades. “El continente me gustó desde el principio. Era una familia de clase media, vivíamos en Irarrázaval, y ellos me trataron como a una hija”. Recuerda con cariño que ellos le recalcaban que no debía perder su cultura, motivándola a que sus llamadas con su familia fueran siempre en lengua rapanui y no dejara de bailar en la escuela. 

Asistió al Colegio Suizo, donde enfrentó el desafío de adaptarse a un entorno diferente. “Fue difícil al principio, pero aprendí a mantenerme firme y orgullosa de mi identidad”, su amiga hasta hoy Rosalba Herrera le enseñó castellano y los modismos para adaptarse. Recuerda que en esos años se acercó a Vicki Nahoe quien coincidentemente vivía frente a su colegio, fue una sorpresa encontrarse con un rapanui en el continente. Ingresó al Liceo 1 de Niñas, donde se enfocó en estudios técnicos relacionados con educación parvularia. Estos años marcaron profundamente su carácter y le permitieron adquirir herramientas que usaría más adelante en su vida profesional.

De vuelta en la isla el año 1979, Inés encontró su vocación en el cuidado de la comunidad como parvularia. En ese entonces eran solo 2 y ella ingresó a hacer su práctica. Luego de un viaje a Tahiti, trabajó en el hogar de menores, donde desarrolló un estilo de crianza firme pero cariñoso. Su dedicación dejó huellas imborrables, desde organizar actividades educativas hasta inculcar disciplina en los niños. “Siempre les decía a los niños: ‘Con respeto y esfuerzo, todo se puede lograr’. Creo que esas palabras quedaron con ellos”, comenta Inés. Ella recuerda momentos en los que los niños se mostraban reacios a regresar a sus hogares, prefiriendo la calidez y estructura del hogar comunitario donde trabajaba.

En su vida personal, Inés contrajo matrimonio con Víctor Tuki Make el año 1982, formando una familia basada en el amor y la colaboración. Juntos enfrentaron los desafíos de criar a sus 2 hijos, equilibrando las tradiciones rapanui con las exigencias del mundo moderno. Aunque reconoce haber priorizado el aprendizaje del castellano sobre su lengua, reflexiona con sabiduría sobre sus decisiones como madre: “Fue un error no enseñarles más el idioma rapanui, pero siempre les transmití el amor por nuestra cultura y valores”. Vivieron en la comuna de Maipú, donde Inés logró transformar su barrio en una comunidad unida. “Logré que 13 familias se conocieran entre sí”, recuerda con orgullo. Esto ocurrió gracias a una de sus hijas, que no soportaba las rejas y salía a jugar a las plazas y a las casas vecinas, tal como lo hacía en la isla. Su forma de integrar a los demás trajeron consigo un ambiente de cercanía y cooperación en el vecindario. Hoy Ines disfruta de sus nietos, sus cuatros reyes y una reina, como ella les dice. 

     Profesionalmente Inés ha promovido por más de 25 años iniciativas que fortalecen el desarrollo femenino en la fundación PRODEMU, uniendo generaciones de mujeres y trazando un paralelo con el legado de su madre, quien lideró el centro de madres en Rapa Nui. “Es como si todo se conectara”, reflexiona Inés. “El ejemplo de mi madre, su amor por la gente y su capacidad para unir, son cosas que he tratado de transmitir en mi vida y en mi trabajo”. Hoy, mira su historia con orgullo, consciente de que ha preservado los valores únicos de su tierra mientras contribuye al bienestar de su familia y de Rapa Nui.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Reportajes Relacionados

Reportajes Recientes
Nuestros Servicios

Formulario de suscripción

© 2025 • Hecho con el ❤️ por Sooto Digital