By José Miguel Ramírez Aliaga Arqueólogo
Hace veinte años se desarrolló el Proyecto de Conservación del Patrimonio Arqueológico de Isla de Pascua, bajo la dirección del Consejo de Monumentos Nacionales y la administración de la Oficina Regional de Unesco en Santiago, a partir de un aporte de U$ 600.000 del Gobierno de Japón.
Después de intensas conversaciones entre instituciones y actores nacionales, internacionales y locales, el proyecto se concretó en varios aportes específicos, como el Programa de Mantención Preventiva, la conservación de los moai del Ahu Toŋariki, la implementación de un laboratorio de conservación de materiales arqueológicos en el MAPSE, y la investigación arqueológica en el Ahu Ura Uraŋa te Mahina.
Los trabajos relacionados con la conservación de moai y el laboratorio estuvieron a cargo de las especialistas Mónica Bahamondez (CNCR), Paula Valenzuela (MAPSE) y Masaaki Sawada (Universidad de Tsukuba), mientras que las investigaciones en el Ahu Ura Uraŋa Te Mahina fueron dirigidas por el arqueólogo William Ayres (Universidad de Oregon), un destacado discípulo de William Mulloy.
Interesa destacar el Programa de Mantención Preventiva, porque es un problema que afecta progresivamente a muchos sitios arqueológicos de la isla. El principio básico de la mantención preventiva es la estabilización de sectores de muros estructurales donde el desprendimiento de algunos bloques, o la erosión del terreno, amenazaba un colapso mayor de la estructura.
El Programa de Mantención Preventiva estaba programado a partir de una lista elaborada y priorizada inicialmente por Sergio Rapu, pero debió iniciarse en tres pequeños sitios accesibles a maquinaria menor en la bahía de Haŋa Te’e, debido a las dificultades que presentó el uso de la grúa Tadano al comienzo del programa.
La ejecución de los trabajos estuvo a cargo de un excepcional equipo rapanui, bajo la dirección de Rafael Rapu Haoa. Esa capacidad quedó de manifiesto en los trabajos de rescate del moai y en la estabilización del enorme acantilado al borde del Ahu Ruŋa Va’e. Luego, en el Ahu Haŋa Teteŋa se realizaron distintos trabajos de estabilización en sectores del muro posterior y en el talud erosionado junto al muro posterior. Al finalizar el proyecto, la oficina regional de Unesco reconoció a Rafael Rapu Haoa como un legítimo heredero de los antiguos maestros de la construcción monumental, un Maori aŋa ahu.
Un caso excepcional era el crematorio de Haŋa Hahave, cuyo muro posterior había caído debido al colapso de una ana kioŋa que se encontraba junto a la base del muro. Se trataba del mayor crematorio de la época clásica de los ahu-moai. Entre los materiales rescatados desde la fosa se contaban cientos de fragmentos calcinados de huesos humanos, y una variedad de artefactos.
Entre esos artefactos se encontraron huesos humanos con cortes que podrían corresponder a preformas de algún instrumento, o con perforaciones para ser usados como adorno, dos pequeños anzuelos de hueso, uno de los cuales presentaba un diseño excepcionalmente fino, tres toki pequeños, un fragmento de maŋai mae’a, fragmentos de coral, dos ojos de obsidiana que pudieron corresponder a imágenes antropomorfas de madera, y abundantes fragmentos de obsidiana.
Entre los abundantes huesos humanos recuperados se pudo observar evidencias de que algunos huesos largos habían sido descarnados antes de someterlos a la cremación. Naturalmente, disminuir la masa significaría un ahorro de combustible, pero no se puede descartar algún caso de antropofagia.
Lamentablemente, la necesidad de reparar la plataforma y estabilizar el muro frontal del Ahu Tongariki impidió terminar el trabajo en el crematorio del Ahu Haŋa Hahave. Desde hace 20 años la lluvia está destruyendo el relleno expuesto del crematorio, provocando el colapso de algunas de las cámaras que quedaban en la superficie, y desplazando artefactos y restos de los tupuna por la pendiente.
Dado el avance progresivo de la erosión y la desestabilización de las estructuras arqueológicas por causas naturales, la Mantención Preventiva debería ser asumida como un programa permanente, a partir de una evaluación periódica del estado de los monumentos y la definición técnica de las prioridades.
La erosión es un fenómeno natural permanente y acumulativo, pero también es necesario considerar la posible ocurrencia catastrófica de marejadas o “microtsunamis” en algunos sitios más expuestos, de manera que la prevención debería considerar la priorización de intervenciones en aquellos lugares donde los daños podrían ser mayores, y más costosos.
Entre los múltiples casos que quedaron pendientes de alguna intervención preventiva desde hace 20 años, se cuentan los Ahu Tepeu, Akahaŋa, Haŋa Poukura, Maitaki te Moa, Te Pito Kura, Vaihu, Huareva, los ahu de Poike, etc. Entre las múltiples estructuras menores, se puede mencionar la tupa de Te Ihu.
Del listado original, con el tiempo Rafael Rapu rescató el moai de Pakaia, y estabilizó el muro posterior del Ahu Ura Uranga o Te Mahina, y periódicamente estuvo reparando los muros colapsados de la Aldea Ceremonial de Oroŋo.
El Proyecto Unesco-Japón no consideró la situación de la Aldea Ceremonial de Oroŋo, porque se trata de un problema estructural mayor. Más grave aún, el caso de los bloques con petroglifos de Mata Ŋarahu (Xterrae 2013).
El colapso de secciones de muros de algunas casas se viene produciendo periódicamente, debido básicamente a la acumulación de agua en el relleno de tierra, aumentado la presión sobre los muros exteriores de manera que va generando un pandeo convexo hasta el punto del colapso. La reparación de esos muros colapsados no significa un esfuerzo mayor, pero los daños estructurales en el interior de las casas fueron evaluados por una empresa especializada (ReStudio 2013), y en algunos casos la situación era bastante grave.
Entre los problemas detectados, se cuenta el desplazamiento de lajas basales y horizontales, fractura de losas, colapso de secciones de muros y techos interiores. En estos casos, la intervención llegaría a una escala mucho mayor, con el desarme de una buena parte o toda una casa para comenzar la estabilización de la estructura desde las fundaciones mismas, incluyendo la instalación de refuerzos.
Los daños provocados por causas humanas son tanto o más difíciles de manejar en la isla, en especial los incendios intencionales. Más allá de la relevancia y visibilidad de los ahu y los moai, la mantención preventiva para la protección de miles de estructuras menores solo puede ser el corte del pasto en el perímetro.
Por último, es necesario enfatizar la necesidad de que cualquier intervención debe incluir un análisis arqueológico del sitio, de manera que se pueda obtener un registro exhaustivo de la obra original desde sus fundaciones, con la obtención de fechados y la recuperación sistemática de múltiples datos y contextos. En su momento, William Mulloy decidió no hacer el análisis arqueológico en Oroŋo porque estaba preocupado de restaurar el monumento en función del impacto del turismo, pero los tiempos cambian.