
Paulina Llano Tepano, hija de una isleña, nació en Isla de Pascua pero fue criada y luego adoptada por una familia chilena constituida por su padre Augusto Llano y su mujer Iris Vercelli. Augusto Llano era Meteorólogo de la Fuerza Aérea y arribóa la isla en 1957 en el Buque Escuela Esmeralda de la Armada para seleccionar un lugar dentro de los terrenos del Aeródromo Mataveri, donde se construiría un Observatorio Magnético para medir y registrar el campo magnético terrestre y sus variaciones en el tiempo. El lugar escogido fue un otero de unos doscientos metros de altura llamado Maunga Orito. Augusto Llano recuerda que su estadía fue sólo de 5 días, pero años después regresó en el viaje anual del Transporte Pinto de la Armada a cumplir una misión de un año a cargo del Observatorio.
“Regresé en enero de 1962 con numerosa carga, entre ella una planta eléctrica completa. Por fin los isleños tendrían energía eléctrica. El Observatorio con sus tres casetas y la pequeña casa del operador estaba terminada. Tenía un estanque de piedra para almacenar unos diez mil litros de agua para guardar el agua de lluvia que escurre desde el techo mediante canaletas y una caseta con motor a bencina que se enciende para el trabajo en el Observatorio. La iluminación doméstica era a velas. El medio de transporte de todos los isleños era el caballo. Ese domingo, después de la tradicional Misa hice un trueque por vino y cigarrillos y regresécon mi caballo.”



“Pasaron los meses y en un día de mucho calor, a eso de las tres de las tarde, vi venir un caballo y su jinete en dirección del Observatorio. Era una mujer isleña, se presentó como Uka, traía puesto un gran sombrero de fibra; de la montura colgaban dos bolsas llenas de piñas recién sacadas. “Hola tangata…¿ me convida un poco de agua para mí y mi caballo? Su voz era agradable. Le abrí el portón y le llené el balde que usaba para abrevar a mi jamelgo. “Pase a la casa, allí le sirvo a usted…” Ella entró y se sentó. La mesa estaba hecha un desastre. “¿Vive solo tangata?” Mientras se sacaba el sombrero, una cascada de pelo le cayó sobre la espalda, le llegaba hasta la cintura. Era alta, delgada, con pierna largas. Tenía una bella sonrisa que mostraba unos dientes hermosos. Toda su persona irradiaba una especie de paz interior muy grande. Al levantarse y dejar el vaso en la cocina, pudo mirar mi dormitorio y baño. “Tangata…¿cómo se llama usted, por qué vive así en un lugar tan desordenado y sucio? ¿Quién lava su ropa? Me dejó confundido para no decir avergonzado. Le di mi nombre y ella contesta: “muy largo su nombre, mejor le digo Koe Llano o si no, mejor Koe.” Antes de irse, me dejó unas piñas en la mesa, luego se fue a la cocina y comenzó a lavar los platos, sacudió los muebles, ordenó toda la ropa y luego se perdió en el sendero de donde llegó. “Pasaron los meses y en un día de mucho calor, a eso de las tres de las tarde, vi venir un caballo y su jinete en dirección del Observatorio. Era una mujer isleña, se presentó como Uka, traía puesto un gran sombrero de fibra; de la montura colgaban dos bolsas llenas de piñas recién sacadas. “Hola tangata…¿ me convida un poco de agua para mí y mi caballo? Su voz era agradable. Le abrí el portón y le llené el balde que usaba para abrevar a mi jamelgo. “Pase a la casa, allí le sirvo a usted…” Ella entró y se sentó. La mesa estaba hecha un desastre. “¿Vive solo tangata?” Mientras se sacaba el sombrero, una cascada de pelo le cayó sobre la espalda, le llegaba hasta la cintura. Era alta, delgada, con pierna largas. Tenía una bella sonrisa que mostraba unos dientes hermosos. Toda su persona irradiaba una especie de paz interior muy grande. Al levantarse y dejar el vaso en la cocina, pudo mirar mi dormitorio y baño. “Tangata…¿cómo se llama usted, por qué vive así en un lugar tan desordenado y sucio? ¿Quién lava su ropa? Me dejó confundido para no decir avergonzado. Le di mi nombre y ella contesta: “muy largo su nombre, mejor le digo Koe Llano o si no, mejor Koe.” Antes de irse, me dejó unas piñas en la mesa, luego se fue a la cocina y comenzó a lavar los platos, sacudió los muebles, ordenó toda la ropa y luego se perdió en el sendero de donde llegó.
Al pasar varios días le pregunté a Emilio Paoa sobre ella. “¡Ah! …es Margarita Tepano, trabaja en el hospital, es enfermera…” A la salida de la Misa del próximo domingo la ubiqué. Ella se había llevado mi ropa para lavar y me invitó a su casa para regresármela. Conocí a sus hermanos, a doña Emilia Kaituoe y a su padre Esteban Tepano. Con ellos logré aprender muchas cosas basadas en la tradición oral heredada de generación en generación. Un sábado ella vino con dos hermanos para ir al Rano Raraku. Recorrimos el lugar y al atardecer comenzó a llover. Volvimos a mi casa empapados. Comimos en silencio; había un sentimiento en el aire que nos decía, tácitamente, que esta noche sería muy especial.

Seguimos viéndonos. A fines de mayo me dijo que tenía dos meses de embarazo, o sea tendría la criatura en diciembre, justo cuando debía regresar a Santiago. En septiembre ya le costaba moverse y le propuse irme a vivir a su casa. Estuvo de acuerdo. Me integré más a su familia; conocí mejor a Daniel y su esposa María, a Julio, Mario y Atiri. Al cumplir los nueve meses, nace una niña. Decidimos llamarla Aurora Emilia en memoria de mi abuela paterna y de la madre de Uka. Tres días después del Año Nuevo fui a la Gobernación Marítima a reconocer legalmente a mi hija. Reinaldo Puentes junto a su mujer Lucía Tuki, profesora de Escuela Rapa Nui, nos sirvieron de padrino y madrina de bautizo. “Yo te bautizo, Aurora Emilia Llano Tepano”….fueron las palabras del Padre Englert, de 75 años, a quién le decían Te Toroa, refiriéndose al cordón blanco del hábito Capuchino.Seguimos viéndonos. A fines de mayo me dijo que tenía dos meses de embarazo, o sea tendría la criatura en diciembre, justo cuando debía regresar a Santiago. En septiembre ya le costaba moverse y le propuse irme a vivir a su casa. Estuvo de acuerdo. Me integré más a su familia; conocí mejor a Daniel y su esposa María, a Julio, Mario y Atiri. Al cumplir los nueve meses, nace una niña. Decidimos llamarla Aurora Emilia en memoria de mi abuela paterna y de la madre de Uka. Tres días después del Año Nuevo fui a la Gobernación Marítima a reconocer legalmente a mi hija. Reinaldo Puentes junto a su mujer Lucía Tuki, profesora de Escuela Rapa Nui, nos sirvieron de padrino y madrina de bautizo. “Yo te bautizo, Aurora Emilia Llano Tepano”….fueron las palabras del Padre Englert, de 75 años, a quién le decían Te Toroa, refiriéndose al cordón blanco del hábito Capuchino.


Pasó un mes, había terminado mi comisión y regresaré a Chile continental junto a mi otra familia. Margarita sabe que me alejo, quizás para siempre. El muelle estaba lleno de gente. Llevé en mis brazos a Aurora Emilia. Todos han venido a desearme buen viaje, incluso la madre que ahoga la pena de dejarnos. El viaje de regreso transcurre sin novedad para integrarme a una vida que conocí por años; pero que no volverá a ser la misma. Hablaba con Reinaldo por radio para saber de mi hija. Meses después recibí una mala noticia. Aurora Emilia estaba enferma con un preocupante estado de desnutrición, se había producido una escasez de alimentos que alcanzó a toda la población. Me sobrevino una gran angustia. Solo pensé en traer a mi hija a Santiago y hacerla ver por especialistas. Decidí hablar con mi mujer y contarle todo lo que había sucedido en la isla y lo que pasaba con la salud de Aurora Emilia. Su respuesta fue sorprendente…“Tráela, yo te la cuidaré.” La fui a buscar y ella la crió. Margarita aceptó como muchas otras mujeres rapanui en la misma situación, debido que en la isla no existían las condiciones para criar y educar hijos como en el continente, y quedaron firmados los papeles que me daban la tuición de la niña. Su hermana Rosalía también viajaba al continente y me ayudó durante la travesía. En Santiago llevamos a la niña al médico, tenía raquitismo, gracias a Dios no muy avanzado. Aurora Emilia se mejoró y ambientó rápidamente. Mi otra hija Irene, dos años mayor, disfrutaba cada minuto, no cesaban de jugar. Las niñas comenzaron a ir al colegio cerca de la casa en Providencia. La diferencia física de ambas era notoria. Irene , rubia, ojos claros y piel blanca. Aurora Emilia, piel mate, ojos café y pelo negro. A los cinco años ella me hizo la pregunta: “Por qué Irene y yo somos tan distintas?” Le conté que había nacido en Isla de Pascua, que su mamá vivía allá, que yo la había traído porque estaba enferma. En el intertanto Uka se había casado en 1971 con Gerardo Velasco, un continental que estaba al frente de la Corfo en la isla.


A mi esposa no le gustaban los nombres Aurora Emilia y después de unos trámites en el Registro Civil ella figuró como Paulina Isabel Llano Vercelli. En mayo de 1978, mientras trabajaba en Antofagasta, Paulina me escribe que quería conocer sus raíces, su madre biológica, sus abuelos, sus parientes, la tierra que la vio nacer. Dos años después me contacté con Uka para que la recibiera en su casa para la vacaciones escolares de 1981. Al mes recibimos la respuesta de ella y su marido, que la recibirían con los brazos abiertos.
Paulina tenía 18 años cuando viajó por primera vez a la isla a conocer a su madre y a su familia. Ella recuerda: “Al llegar sentí un aire caliente y húmedo…y un señor alto se me acerca y se presenta como marido de Margarita Tepano…” “tu mamá, vamos donde ella.” Salimos del aeropuerto y ahí estaba ella, altísima, apoyada en un árbol, muy seria observándome. Me acerqué para saludarla de beso, como se hace en el conti, pero ella me paró poniendo mi mano en su pecho y me recibió con un “mucho gusto”. Sentí que me ponían las reglas del juego con una distancia grande… entonces llegó su marido, salimos del aeropuerto y nos fuimos a su casa en Tahai, cerca del museo. En la tarde bajé a la playita de piedra en Tahai, me bañé y toqué los Moai. Al otro día mi mamá preparó un curanto donde llegaron todos los tíos. Todos me abrazaban y yo me encontré muy parecida a mis primos y a mi tío Atiriano con el que más conversé. Después de casi dos meses volví a Santiago.”
Desde el comienzo tuvimos pequeños roces con mi madre, yo no me crié como a ella le hubiera gustado, no iba a Misa. Me decía: “Si yo hubiera sabido que no te iban a dar una instrucción católica, no te hubiera enviado al continente.” “Bueno”… le contestaba yo… “debería haberlo pensado 18 años atrás.” Era típico que le mandaba palos durísimos, terminaba llorando y se deprimía. Después llegaba su marido: “Por qué la tratas así, si ella sufrió tantos años, mira en el closet, todavía están tus pañales adentro y tu ropa.” Era verdad, tenía guardado todo, hasta mi ombligo. Según ella y yo le creo, le dijo a mi papá que me llevara hasta que tuviera 7 años, hasta que sepa leer y escribir y me trajera de vuelta. Pero mi papá a mis siete años se había desaparecido de la casa. Después volvió a la isla cuando yo tenía nueve años y le dijo que estaba mal en su matrimonio y quería volver con ella trayéndome a la isla. Ahí, mi mamá Uka dijo que no… “ya tiene 9 años, ella está acostumbrada a otra mamá, va a ser muy difícil para ambas, mejor se quede allá, ya es muy tarde.” Y mi madre Uka tenía razón, habría sido difícil. Ella falleció de cáncer en octubre del 2004 y mi madre Iris murió un tiempo después. Ahí decidí regresar a la isla para compartir mi vida con mi familia pascuense. Desde entonces participo en todo con mi hermana María – le dicen Maruka – que está casada con Dennis Lynch, un gringo que llegó en 1965 con la base norteamericana con el objetivo de realizar investigaciones Ionosféricas. En Rapa Nui encontré mi identidad, mis raíces y me siento orgullosa de ser pascuense. Sin embargo, nunca dejaré de ser una mujer de dos mundos, el continental y el isleño como tantos otros aquí en la isla.
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Tengo el agrado de conocer a Paulina, pero no conocia ta to detalle de su historia… Maravillosa igual que ella una mujer sabia y apasionada!! 😘
Maravillosa la historia, Paulina es una mujer especial y espectacular yo la adoro! Irradia una paz y energía que no siempre se puede ver
Conocí a Paulina en el liceo N°7 de Niñas de Providencia Santiago, Fuimos compañeras de curso en 7° básico, nos sentamos juntas y es una bella persona, cariñosa y respetuosa. Gracias por encontrarte de nuevo.
María Alejandra Valencia