Por Cristián Moreno Pakarati – Historiador

Entre todas las leyendas antiguas de Rapa Nui, la del origen de sus primeros habitantes resulta sin duda una de las más ricas en detalles. El relato ha sido perfectamente preservado en varios manuscritos de la década de 1910 y, con pequeñas variaciones, en las narraciones de Juan Tepano y Arturo Teao, transcritas en la primera mitad del siglo XX por varios autores. En esta leyenda, la tierra de origen de los primeros habitantes de Rapa Nui sería Marae Renga, ubicada en un vasto y lejano territorio insular genéricamente llamado “Hiva” (algo así como “allá lejos”). Ubicada hacia el oeste de Rapa Nui, Hiva estaba condenada a hundirse en un enorme cataclismo que fue profetizado por el sacerdote polinésico Haumaka. Con esto, la evacuación de estas tierras se volvió una urgencia y un grupo de habitantes que migró hacia el oriente encontró Rapa Nui y se asentó en ella. Las diferentes versiones de la tradición no aclaran si Hiva se hundió finalmente, si desapareció por completo o si parte de ella permaneció sobre el nivel del mar.

¿Es este relato un reflejo de una realidad factual o es simplemente una interpretación tardía de hechos ya olvidados? El trabajo desde diferentes disciplinas científicas ha permitido determinar que el pueblo rapanui tiene grados de cercanía mayores con los habitantes de Mangareva, el archipiélago sur de Marquesas, y luego con islas Tuamotu e islas Australes, todas actualmente en Polinesia Francesa. Tres islas en las Marquesas tienen “Hiva” como parte de su nombre: Nuku Hiva, Fatu Hiva y Hiva ‘Oa (las dos últimas al sur del archipiélago). Si bien, especulaciones arreciaron sobre la posibilidad de que las tres “Hiva” marquesianas fueran restos de la Hiva original que se hundió parcialmente, no hay evidencia geológica de aquello. Por otra parte, Hiva es un nombre genérico que se dio en Rapa Nui a cualquier tierra lejana. Podría haberse aplicado a casi cualquier lugar del Pacífico.

Rapa Nui no es la única isla del Pacífico que tiene como mito fundacional el hundimiento de otra isla. Quizás el caso más conocido es el del pueblo maorí, cuyas tradiciones señalan como sitio de origen una isla llamada Hawaikii. Historias similares se pueden encontrar en Micronesia. Es posible que haya quedado en la memoria colectiva de todos los pueblos remotos del Pacífico desde el fin de la última glaciación hace 10 mil años. En esa época, el derretimiento del hielo en los polos produjo un alza del nivel del mar bastante rápida dejando completamente sumergidas las tierras de Sondalandia y parte de Sahul en el sudeste asiático y Australia, respectivamente. En esta misma época, aparentemente, se gestan los mitos de grandes diluvios en culturas de varias zonas diversas del planeta. Además, es la época en que comienza a desarrollarse la cultura austronesia del sudeste asiático, parte de la cual emigrará hacia el oriente y terminará convirtiéndose en el pueblo navegante polinésico.

En tiempos históricos, el hundimiento o desaparición cataclísmica de islas oceánicas ha ocurrido documentadamente. Una gran isla en Vanuatu llamada Kuwae fue destruida por una enorme erupción volcánica a inicios de 1453. La gran Kuwae fue fragmentada en dos islas menores, Tongoa y Epi dejando un hueco de 12 x 6 kilómetros completamente hundido bajo el mar. El folklore local da cuenta de esta erupción con un relato apocalíptico que habla de grandes temblores de tierra, tsunamis que afectaron islas vecinas y la misma Kuwae siendo torcida y colapsada por la violencia de la erupción. Muchos habitantes cayeron víctimas del gigantesco evento, pero el resto de la población sobrevivió navegando a Efate, otra isla del archipiélago, antes del hundimiento de la región.

La caldera del volcán se encuentra actualmente bajo el agua, aunque sigue activa y emitiendo gases en forma frecuente. La erupción de 1453 emitió 35 km3 de material volcánico, haciéndola una de las más grandes de los últimos 10 mil años. Por sí solo, este evento detonó el segundo pulso de la Pequeña Edad del Hielo, con tres años de severo enfriamiento y secuelas que durarían décadas, opacando la atmósfera terrestre. Relatos en todo el planeta sobre extraños colores en el cielo, y el avistamiento del cometa Halley en 1456 de color rojo y cola dorada, han sido preservados como ejemplo vivo de las consecuencias de dicha erupción.

El otro caso, mucho más conocido y reciente, es el de Krakatoa en agosto de 1883. Ubicada en el Archipiélago Krakatau de Indonesia, Krakatoa era una isla volcánica bajo soberanía holandesa. Años antes del colapso de la isla, intensa y frecuente actividad sísmica se percibió en la zona llegando incluso hasta Australia. Varias columnas de ceniza y vapor comenzaron a surgir de los conos volcánicos que aniquiló la mayor parte de la vegetación de Krakatoa, incluso antes de la fase climática de la erupción. El 70% de la isla desapareció bajo el agua tras la cuarta erupción, quedando en su lugar sólo una enorme caldera sumergida. Los flujos piroclásticos que avanzaron hacia Sumatra y los gigantescos tsunamis que avanzaron en distintas direcciones fueron responsables de la muerte de casi 40 mil personas en el sudeste asiático.

Estos dos casos pueden ser ilustrativos de la desaparición de Hiva, o parte de Hiva, en algún momento de inicios del milenio pasado. Calderas volcánicas submarinas se pueden encontrar abundantemente en el Pacífico. Hasta ahora ninguna ha sido vinculada con Hiva en forma concluyente. Más allá de las especulaciones místicas sobre la Atlántida, Lemuria o Mu, continentes perdidos, la desaparición total o parcial de islas en el océano es un hecho científico e históricamente documentado. Y puede ser la causa de los mitos fundacionales en Polinesia.