Manuel Tuki

Manuel Tuki

Manuel Tuki

Cerca de cumplir los cien años, el escultor Manuel A. Tuki es un ejemplo para los jóvenes de hoy. Vive en el campo y desde que jubiló no ha dejado de tallar en piedra y madera. Importantes esculturas con su firma adornan plazas en países como España, Italia y Japón y por supuesto, también Chile. Las puede encontrar en Av. Alameda de Santiago, en la Caleta Portales en Valparaíso y en el aeropuerto de Isla de Pascua. Hoy nos cuenta su  versión de la historia isleña.Cerca de cumplir los cien años, el escultor Manuel A. Tuki es un ejemplo para los jóvenes de hoy. Vive en el campo y desde que jubiló no ha dejado de tallar en piedra y madera. Importantes esculturas con su firma adornan plazas en países como España, Italia y Japón y por supuesto, también Chile. Las puede encontrar en Av. Alameda de Santiago, en la Caleta Portales en Valparaíso y en el aeropuerto de Isla de Pascua. Hoy nos cuenta su  versión de la historia isleña.

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“Soy mestizo, mi papá fue Manuel Ernesto Perez Acevedo, un abogado chileno que vino a trabajar a la isla. Murió asesinado al cumplir yo dos años y fue enterrado en el cementerio antiguo entre el correo y el gimnasio municipal. Ya no se ven las tumbas en el pasto, solo una cruz. En ese tiempo mi mamá acostumbraba visitar conmigo a una señora de edad que tenía el cuerpo totalmente tatuado. Era la Reina Eva, ella me contó que mi papá le había ayudado y encargado velar por mi. También me dijo que mi papá le había dicho que el fisco me iba a mantener. Y, pensándolo bien, así fue. Trabajé 15 años en la Armada, 25 años en el Banco Estado y hoy vivo de mi jubilación.

 Hasta los 7 años estuve con mi mamá, Micaela Tuki Kaituoe, en el fundo Vaitea donde ella cocinaba para los que trabajaban en la compañía ovejera Williamson & Balfour, la hacienda ovejera que arrendaba la isla entre 1905 y 1952. Un día llegó el administrador y le dijo a mi mamá que los niños no podíamos estar con las ovejas porque las correteábamos y se arrancaban, así que ella me llevó a vivir con la familia de Petero Riroroko. También conviví un tiempo con mi abuela Emilia Kaituoe y mi tía “Rosevia” (Rosalía). Mi abuela decía que la lepra en la isla venía de Tahiti traída por un familiar de Taverio Tuki quién trabajaba para el obispo de Tahiti ensamblando maderas. Un día le comentó al obispo que quería regresar a la isla y éste le contestó que solo podía irse después de terminar su ataúd y después de su entierro. Como no le aceptó y se fue, el obispo le hizo una maldición con la que se enfermó de lepra.

“Soy mestizo, mi papá fue Manuel Ernesto Perez Acevedo, un abogado chileno que vino a trabajar a la isla. Murió asesinado al cumplir yo dos años  y fue enterrado en el cementerio antiguo entre el correo y el  gimnasio municipal. Ya no se ven las tumbas en el pasto, solo una cruz. En ese tiempo mi mamá acostumbraba visitar conmigo a una señora de edad que tenía el cuerpo totalmente tatuado. Era la Reina Eva, ella me contó que mi papá le había ayudado y encargado  velar por mi. También me dijo que mi papá le había dicho que el fisco me iba a mantener. Y, pensándolo bien, así fue. Trabajé 15 años en la Armada, 25 años en el Banco Estado y hoy vivo de mi jubilación.

 Años después me casé con Magdalena Paté Araki y tuvimos 12 hijos. Durante los años de la compañía Williamson & Balfour (1923 – 1952) la vida era buena, había suficiente comida y las cosas que nos faltaban como abarrotes, telas y medicamentos los traía el barco de la compañía que venía a abastecernos una vez al año. Después se iba cargado de lana y la grasa de los chanchos. Nos ofrecían plantar maíz y comprarnos la cosecha para alimentar a los porcinos y para ello nos entregaban los sacos y las herramientas. Había un poder comprador que hoy no existe. Antes el rapanui era bueno para trabajar, la convivencia también era buena, éramos muy unidos y todo se compartía. Todos hacíamos trueque. Éramos una sociedad patriarcal, los hombres mandaban y las mujeres e hijos obedecían. La mujer siempre estaba en casa y los hijos ayudaban en las plantaciones y en el quehacer diario. Había respeto y orden. Lamentablemente, desde que llegó el alcohol a la isla, la cosa empezó a cambiar. Ahora muchos se han vueltos flojos, prefieren tomar en vez de trabajar y algunos hombres incluso se pusieron bravos para pegar a las mujeres y también a los niños.

Al costado de la familia Riroroko, en el terreno de Westermeyer, vivía y sembraba camote, taro y caña de azúcar el viejo Renga Maengo con su piel blanca y sus pecas en la cara. Lo recuerdo y pienso que nuestros antepasados fueron blancos como el viejo Renga Moango y que el tronco de los rapanui son los neozelandeses arcaicos y no los maorí que llegaron después. Según la tradición neozelandesa, los más antiguos habitantes eran de raza blanca y cabellos lisos. Eso lo afirma el Dr. Stephen Chauvet quién hizo examinar los cabellos pascuenses con los de las principales islas de Oceanía. El estudio confirmó que los cabellos pascuenses se relacionan con los neozelandeses y no con los de otras islas de la polinesia.Al costado de la familia Riroroko, en el terreno de Westermeyer, vivía y sembraba camote, taro y caña de azúcar el viejo Renga Maengo con su piel blanca y sus pecas en la cara. Lo recuerdo y pienso que nuestros antepasados fueron blancos como el viejo Renga Moango y que el tronco de los rapanui son los neozelandeses arcaicos y no los maorí que llegaron después. Según la tradición neozelandesa, los más antiguos habitantes eran de raza blanca y cabellos lisos. Eso lo afirma el Dr. Stephen Chauvet quién hizo examinar los cabellos pascuenses con los de las principales islas de Oceanía. El estudio confirmó que los cabellos pascuenses se relacionan con los neozelandeses y no con los de otras islas de la polinesia.

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El abuelo de Petero Riroroko y del Rodrigo Paoa era el oficial del Registro Civil, Carlos Recabarren, subdelegado marítimo quién en 1926 tomó nota de los terrenos ocupados y cercados con pircas por los rapanui y les otorgó un “Título provisorio”. Todos estaban contentos. Al regresar al continente nombró al oficial Carlos Millán Iriarte como subdelegado marítimo interino y nombró como gobernador al pascuense Juan Araki.

Carlos Millán era uno de los primeros deportados políticos del gobierno de Carlos Ibañez del Campo acusados de conspiración que habían llegado con el capitán Cumplido de la Armada. Estos fueron los oficiales Marmaduque Grove, Enrique Bravo, Carlos Charlín Ojeda (abuelo de nuestro alcalde), Eugenio y Arturo Matte, Eduardo Alessandri, el mayor Carlos Millán Iriarte y Carlos Vicuña Fuentes. Carlos Millán cooperó con el camino a Pia Taro y el muelle de Hanga Roa. También nos enseñó a leer y escribir en la pequeña escuela que hicieron y que se llamaba Hare Mekerá en el lugar del actual Hotel Otai. Los primeros relegados huyeron en la goleta “ Valencia” de Tahiti. Dos años después fueron deportados nuevamente y llegaron con los primeros carabineros quienes se quedaron en el sitio donde está el negocio de Sergio Rapu frente a la feria; también unos carpinteros que empezaron a construir en el terreno frente a la Gobernación actual. A propósito de las tomas, jamás ese terreno fue del Tuco Tuki ni tampoco de la Margarita Pakarati como ellos dicen. Es pura ambición de ellos.

En 1932, cuando yo tenía doce años, los marinos se hicieron cargo de la Gobernación Marítima y se puso fin a la relegación de disidentes políticos del continente y en 1953, la Williamson & Balfour abandona Rapa Nui y la Armada se hizo cargo de la isla. La Armada no era buena administradora del fundo Vaitea, no era su especialidad, pero la gente seguía trabajando como siempre, no se metía en nada y lo pasaba bien. Yo conocí bien a la Armada desde que llegó a la isla, trabajé 15 años en la institución hasta cuando nos dieron de baja a todos en 1959. Ellos dejaron la isla tres años después y yo me fui al continente para recuperar mis años de servicio.

 Dos años después, durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, los rapanui, liderados por el profesor Alfonso Rapu, reclamaron sus derechos constitucionales y un desarrollo como en el continente, es decir, no querían seguir bajo la jurisdicción y administración de la Armada. En 1966 la isla fue integrada políticamente a la Región de Valparaíso y se instalaron todos los servicios públicos. El Estado contrató a 12 rapanui que vivían en el continente y dominaban el castellano para facilitar la comunicación de los servicios con los isleños. “Yo fui llamado para integrar el Banco del Estado,” nos comenta Manuel. Hay que recordar que pocos años después, Manuel Tuki fue el primero en reactivar la plantación de las exquisitas piñas de la isla junto a su sobrino Fernando Paté. Anteriormente fue Orlando Paoa el mayor productor en la isla pero al irse al continente dejó de plantar.

“Yo me siento feliz con Chile. Toda la ayuda y el desarrollo que Chile ha dado a la isla a partir de ese momento debería hacernos olvidar los tiempos difíciles del pasado. Lamentablemente hay personas que, sin haber vivido en esos tiempos, azuzan a los demás y no le trabajan a nadie. Algunos pocos jóvenes han seguido el camino de los estudios y regresan como profesionales, pero otros tantos se acostumbraron a las regalías y no a trabajar como en la época de nosotros. La tierra está botada y la isla aún no es capaz de autoabastecerse con la agricultura. Se puede producir café y otras tantas cosas, pero no, es más fácil traer todo del continente. ¿Qué sucedería si por alguna razón no llegasen más barcos ni aviones? Las autoridades de la isla no saben manejarla, no saben tomar decisiones. La política no sirve aquí en la isla. Nuestra meta debe ser el desarrollo de Rapa Nui. Yo soy un hombre de lucha y si tuviera hoy 50 años, amarraría los pantalones y pondría el hombro para trabajar y hacer cambiar la isla.”

 

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Sobre el autor

1 comentario

  1. CLAUDIO LABARCA VALENZUELA

    Quiero contarles que soy sobrino nieto de Manuel. Vivo en el continente y soy chileno. Él tenía una hermana: Teresa Pérez Münich quien pudo conocer a Manuel gracias a la gestión de Elena Edmunds. Tengo un centro médico y Elena, cuando viene a Santiago, se atiende con nosotros. Le conté que tenía un bisabuelo que había muerto «envenenado» en la isla, que era abogado y marino (Ernesto Pérez Acevedo). Ella hizo los vínculos ocurrió el milagro. Mi madre, Eugenia Valenzuela Pérez, viajó en 2016 a la Isla y pudo compartir con Manuel y toda su familia. Hasta el día de hoy hablan muy afectuosamente por teléfono. Mi abuela tenía ojos verdes, igual que Manuel. Cuendo se conocieron en Santiago, lloraron juntos. Mi nombre es Claudio Labarca Valenzuela; Manuel siempre nos enviaba cajones de piña a mi familia. Estamos muy orgullosos de este nexo familiar. Teléfono: 227773692

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