Mi padre se llamaba Alejo Kana Kyoka, era hijo de un chino,  pero el marido de mi abuela lo reconoció y le dio el apellido Rapu. Era blanco y cuando nací y me vió morena como mi madre, consideró que era hija del vecino y me echó de la casa. Fui criada por Ernesto Pakomio y Papiano Ika hasta los ocho años. Ahí se los llevaron al sanatorio  diciéndome que se enfermaron de lepra. Para mi, muchos en el sanatorio era gente sana con alguna mancha genética. Creo que Ernesto y Papiano se contagiaron allá adentro.  Ernesto Pakomio fue el que organizó la primera huida de los leprosos en 1957 con la intención de llegar a Tahiti para ver a un médico o morir en el mar, pero la Marina los trajo de vuelta. Diez meses después lograron zarpar siete leprosos en un bote a vela desde Hanga Roa o Tai. Papiano Ika no subió porque llevaban demasiado peso y el bote estaba casi hundido en el mar. No lograron llegar muy lejos, el mar se puso bravo y todos desaparecieron.  Hasta el dia de hoy voy a ver al Papi, es el único que aun reside en lo que fue el sanatorio. Él  habla poco y con mucha dificultad,  pero yo lo entiendo.  En realidad tengo muy tristes recuerdos de mi infancia. Mi padre era guardaespaldas del gobernador que era de la Armada. Y los de la Armada solían pedirle… “tráeme a esta niña…” y él tenía que hacerlo. Así también se enviaban a algunas niñas al leprosario por el solo hecho de negarse a hacerles favores. Hoy no puedo ver el uniforme de los marinos.

Volví a la casa de mi padre y entonces sentí que me quería pues jamás me maltrató. Los maltratos y golpes eran costumbre de los hombres, eran cosa seria en esos tiempos.  A los doce años me enviaron al continente con mi hermanastro Joaquín Rapu para que fuera a la escuela. Pero él prefirió dejarme en casa como su empleada. No estudié nada allá y recién aprendí a leer cuando volví a la isla a los 16 años. Para mi padre era sagrado reunir a toda la familia alrededor de un curanto todos los fines de semana con el objeto de conversar y hablarnos de las cosas buenas y malas de la vida. Hoy ya no es así, ya no se comparte como antes. Los jóvenes buscan la plata y hay mucho egoísmo, se olvidan que uno nace desnudo y muere desnudo.

 En las familias rapanui, el padre o en su reemplazo el hijo mayor, tenían la autoridad. Todos debíamos respetarla. Mi hermano Martín hizo casarse a mi hermana y también quería hacerlo conmigo. Había un gringo trabajando aquí y él lo quería como cuñado. Me llevó al registro civil, pero cuando me preguntaron si me quería casar con él, yo les dije que no y me arranqué.  Finalmente me casé sin decirle a nadie.  Fuimos con Urbano Tepano en una mañana al registro civil y en la tarde a la iglesia para juntarnos con el cura. Nadie me quería por ser tan salvaje y menos mis cuñados, para qué lo voy a negar. Uno llegó a golpearme una vez y yo tomé la tijera y se la enterré en el hombro. He sido muy bruta. Después de cambiarme de  religión mejoré. Todo lo que sé lo aprendí de mi suegra Emilia Kaituoe y se lo agradezco.”

Eso de que nadie la quería no era así. Según lo que nos cuenta Napoleón Tepano, uno de sus sobrinos… “la queríamos mucho, ella siempre cuidó de nosotros. Cuando estaba construyendo mi casa hasta tarde en la noche, ella aparecía con un plato de comida caliente.”  En realidad,  hoy en dia,  muchos llegan a su casa con sus pequeños retoños para que la Nua (abuela) los cure, les saque el empacho, el resfrío o simplemente los abrace y les cuente historias.

 Ursula nos muestra una botella con un aceite grueso y oscuro. “Es aceite de tiburón, se usa para cicatrizar las heridas y sacar las manchas de quemaduras de la piel. A los niños empachados, es decir, cuando comen cualquier cosa y se les pega en el estómago, les hago tomar una mezcla de una cucharada de papa rayada con una de aceite y una pisca de sal en el ayuno durante tres días y les empiezo a tirar el cuerito en la espalda hasta que suena. Para el resfrío machaco la hierba Siete Venas en un paño para sacar el jugo. Se toma una cucharada tres veces al dia.”  Otra recomendación de Ursula es para las mujeres. Las rapanui tratan la vulva y la vagina como “el área más delicada de su cuerpo” responsable de la procreación y la actividad sexual. Se deben realizar una higiene genital diaria mediante regulares “baños de vagina” con el uso del vapor caliente con higuerilla y aceites. Según Ursula “la vagina se pone estrecha y uno queda como virgen”.  Gracias por sus recomendaciones Ursula. 

Kiko Morris

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