Matias Riroroko Pakomio

Matias Riroroko Pakomio

Matias Riroroko Pakomio

Matías Riroroko, 75 años, hijo de María Pakomio Pakomio y criado como hijo por Benedicto Riroroko Tuki, es un emprendedor que ha incursionado en turismo, gastronomía, construcción y otras áreas, convirtiéndose en dueño del Hotel Iorana y otras empresas dentro y fuera de Chile. Hoy nos entrega su testimonio sobre el pasado en Rapa Nui.

“La vida antes no era como ahora, era muy precaria y difícil. Niños y adultos debíamos trabajar para comer. Éramos sobrevivientes. Desde pequeño yo ayudaba en la parcela a arar, sembrar y cosechar. A veces me arrancaba para hacer surf, esa era mi única entretención. Solo fui a la escuela hasta tercero básico. A pesar de que yo no quería, mi padre me sacó de la escuela cuando sucedió el accidente en bote lleno de escolares en Anakena. Prefirió llevarme a trabajar con él. En 1953, el gobierno chileno caducó el arriendo a la hacienda ovejera británica Williamson &Balfour y la Armada asumió la administración de la isla. A partir de esa época algunos niños pudieron estudiar en el continente, tuvieron esas preferencias porque sus padres tenían un cargo de capataz. A pesar de todo, debo reconocer que, gracias a la vida dura que tuvimos, aprendí de mis padres la responsabilidad y el respeto.

Lamentablemente hoy en día la familia no está funcionando aquí en la isla. Los padres y madres ya no tienen tiempo de enseñar a sus hijos. Ahora la juventud se maneja sola y tienen acceso al alcohol y las drogas.

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Me casé a los 17 años, era un adolescente. Mi mujer, Valeria Hey, tenía 3 años más. Me saqué la cresta trabajando. Primero fue en una construcción y luego empecé como cocinero de la escuela haciendo pan con Victor Riroroko. Después de nuestra segunda hija me fui al continente por un año a trabajar en el Hospital Militar, pero se ganaba muy poco y decidí regresar. En 1964 llegaron los gringos de la Armada Norteamericana quienes, junto a la empresa chilena Longhi, construyeron el aeropuerto. Estuvimos trabajamos desde las seis de la mañana hasta las 12 de la noche. Ahí si gané plata y pude cumplir mi gran sueño de construirme una casa con baño y piso de flexit, pues con mis padres vivíamos muy mal, era en un pae-pae, una casita de piedra con techo de paja y piso de cemento. Me costó harto sacrificio, pero quedé feliz. Luego me asocié con un chileno para hacer un cine. Construimos un galpón y trajimos películas. Lo llamamos Noere (Navidad) y todos los días se llenaba, pero no fue un gran negocio.

Finalmente me contrataron para la construcción del Hotel Hanga Roa de la Hotelera Nacional (HONSA), una filial de la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO). Esta última hizo un trato con los dueños del terreno, la familia Hitorangi: el terreno a cambio de construirles una casa sólida de 60
metros. En 1981 la HONSA le vende el hotel a su administrador chileno Hugo Salas Román. Esto sucedió dos años después de que el gobierno militar decretara la Ley N° 2885 que prohibía vender terrenos a personas que no fueran de la etnia o que no fueran tipificadas en alguna situación que la legislación permitía para tal efecto. Para mí éste fue un grave error del Estado de Chile. Ahora flamean las banderas negras de la familia Hitorangi en la costanera frente al hotel, pues consideran que el cambio sólo fue una concesión.

Con lo ganado construí una disco llamada Toroko y a fines del 1973 formé un conjunto musical Taina Vaikava. Me fue bien, fui uno de los primeros rapanui que tuve un vehículo. También adquirí un terreno en la calle principal Hotu Matu’a e instalé un restaurante que llamé Iorana. A poco levanté el hotel con el mismo nombre que inauguramos en 1985.

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Recuerdo que para el hotel contraté a Santiago Tepano y Alberto Atan y, mientras yo me encontraba en Santiago, ambos se colgaron de los cables de la luz para hacer andar la máquina hormigonera. A mi regreso la policía me llevó a la cárcel por ello. Tuve el pesar de pasar varias veces en la cárcel. Ello empezó a los 13 o 14 años. Fuimos a una fiesta con Juan Hey y regresamos caminando a casa, cuando nos detuvieron unos militares acusándonos de haber violado a la hija de un sargento y nos metieron preso. En realidad, siempre me sentía viviendo en una cárcel, porque el gobierno nos había impuesto una cuarentena debido al brote del mal de Hansen traído de Tahiti en 1888. No podíamos abandonar la isla sin autorización. Para mí fue igual que estar en Cuba, varios rapanui escaparon en bote a alta mar.

Desde la rebelión del profesor normalista Alfonso Rapu en 1964 me interesé en la política isleña. Alfonso, al regresar de sus estudios en el continente, escribió una carta al Presidente don Eduardo Frei Montalva en nombre de la comunidad isleña, solicitando los mismos derechos ciudadanos que los habitantes en el continente. Gracias a él, éstos nos fueron otorgados y el Estado comenzó a cumplir con el Acuerdo de Voluntades otorgándonos
protección, salud, educación y desarrollo económico. 

Actualmente hay un gran desarrollo, pero también hay un gran daño. Desde 1968, este desarrollo llegó de un día a otro y todos nos sumergimos en él. En ese entonces los koros (hombres adultos) estaban contentos, pero nadie reparó en las consecuencias para las tradiciones rapanui. Poco a poco se han ido

perdiendo la lengua, las costumbres y las tradiciones, fue un proceso gradual debido al inminente mestizaje con la llegada de numerosos funcionarios chilenos para los servicios públicos, con obreros de empresas constructoras que permanecían uno o dos años hasta terminar sus obras y los numerosos visitantes que se quedaron a vivir en la isla.

Hace dos años, durante la última toma del Parque para lograr su administración autónoma, yo, estando en el Perú, les ayudé con tambores de bencina, comida y lo que necesitaban. Al regresar, me pidieron reunirnos con Codeipa en mi hotel para resolver quién manejaría la plata de las entradas al Parque. Había dos grupos en pugna, el grupo independista que tomó el parque llamado “Parlamento” y dos representantes de los Honui, el actual Consejo de Familias Rapa Nui. Le propuse a los primeros que la depositen en una cuenta bancaria. Luego llegaron Mario Tuki y Petero Chavez a pedirle a mi señora que ella guardara lo cobrado hasta el momento. Ese día tomé el avión a Santiago para asistir a una reunión con unos contactos norteamericanos y me tomaron detenido “por estafa” y llevaron a la cárcel con los criminales. Al día siguiente me trajeron a la isla donde me detuvieron un mes más. Qué manera de quedar en vergüenza. Traje 5 abogados de los EEUU para resolver este problema. Asimismo realizamos seminarios para demostrar al gobierno chileno nuestros derechos. Yo no me siento chileno. Quisiera que algún día la isla se administre autónomamente”.

Valeria Hey, esposa de Matías Riroroko, agrega que el dinero en disputa habia sido devuelto con recibo firmado a Petero Chavez, quién lo distribuyó entre los responsables de la toma del Parque.

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