En el año 2000 Juan Haoa, 76 años, habló sobre sus recuerdos del pasado y de su trabajo en arqueología, en una entrevista grabada en rapanui en su hogar en Tahai
“Mi nombre es Iovani Haoa. El nombre Iovani, o Juan, lo recibí de mi padre de crianza, Iovani Rano, más conocido como Juan Tepano. Mi padre biológico se llamaba Pío Haoa y mi madre Catalina Hereveri, quien falleció una semana después de que nací. Desciendo de una de las 7 ramas de la tribu de los Tupahotu, llamada Tupahotu Nga Ruti. No sé cuántos hermanos fuimos en total porque nos criamos todos separados.
No me gusta hablar de cómo era la vida antes, porque era una vida muy triste. Con muchas necesidades y sin comodidades. A pesar de eso fui muy bien criado. Me enseñaron a no robar, ni meterme en terrenos ajenos, y a pedir las cosas cuando quería algo. Hoy existen diferentes tipos de jóvenes. Hay algunos muy buenos. No importa si farrean, siempre que tengan una casa donde llegar. Lo más importante es que respeten siempre a su papá y a su mamá. En Anakena vive un grupo de jóvenes sin un hogar y sin sus familias (conocidos como “yorgos”). Hay que hacer algo para traerlos y recuperarlos, aunque la culpa no es de ellos, sino de los adultos. El problema es que no hay trabajo para ellos, pero yo pienso que siempre está la posibilidad de cultivar la tierra. Yo les enseñé a mis 12 hijos a trabajar la tierra, plantando y cosechando los alimentos. Así los crié y hasta el día de hoy trabajamos en eso. Llevo 50 años casado con mi mujer Olga Pakomio Tekena a quien quiero mucho con todo mi “Inanga” (corazón). Pero de la vida de antes, es mejor no hablar con la gente que no es rapanui, porque no son muchas las cosas buenas que se pueden contar.
Sobre mi participación en los trabajos arqueológicos de Gonzalo Figueroa y William Mulloy, puedo decir que yo trabajé con ellos, porque siempre quise aprender todo lo relacionado con la isla, recorriendo, excavando y enseñando a otros. Si yo hubiese ido a Estados Unidos, Mulloy habría sido mi profesor, o en Santiago, Figueroa sería mi maestro, pero fueron ellos quienes vinieron a la isla, y aquí yo fui el profesor de los dos. Eso es algo que ellos mismos reconocieron. Al igual que el arqueólogo Arne de la expedición noruega del “Kontiki”. La restauración del Ahu Koteriku de Tahai la realizó Figueroa. Él paró el Moai. Luego vino un grupo francés, compuesto de dos hombres y una mujer, que querían que fabricáramos un “Pukao” (sombrero o moño sobre la cabeza de los moai) para el moai del Ahu Koteriku, así que nos encargaron al Matu´a, al papá Araki y a mí que hiciéramos uno rápidamente porque ellos se iban en un mes. Conseguimos la piedra de “Hani Hani”(piedra rojiza) del cerro de Orito, aunque los “Pukao” originalmente se fabricaban de piedra “Hiti Rau” (más dura). Nos demoramos sólo 4 días en terminarlo, y le pusimos el sombrero al moai. Los franceses se fueron. Supe que tiempo después murieron en un accidente aéreo.
Figueroa me avisó que Mulloy venía a sacarle el Pukao al moai porque era contemporáneo, pero yo le dije: “…Si lo sacas me voy para mi casa y no te ayudo más…”, así que lo dejó donde está. Después el Consejo de Ancianos, que tenía 36 miembros, decidió colocarle los ojos. Cuando los tuvo puestos, ese anciano revivió. Yo sé que hay un cuerpo enterrado debajo del “Paina” (círculo de piedras ceremonial) que está en ese ahu. Estaba en una caja de pino por lo que supusimos que era de la antigua iglesia de Vaihu (alrededor de 1870 ) Pienso que el difunto era la persona encargada de llevar a cabo las ceremonias “Paina”, ceremonia en honor del muerto. En ese tiempo a los muertos los enterraban en el lugar donde realizaban su trabajo. En el año 1938, cuando era pequeño, ví un “Paina” con mi papá Juan Tepano, y luego de adulto hice uno en Nueva Zelandia. Era como una enorme figura de Mahute, usado como manto para el “Heva” (locutor panegerista que loaba al muerto). También existía el “Pera” que es cuando estaban enterrando a una persona, señalizando con un palo con una pluma en la punta que se enterraba en medio de la tumba como una marca de que ese lugar era “Tapu” (sagrado y prohibido) por lo que no se podía circular por ahí. Al encargado de girar el cuerpo de un fallecido en el ahu para que no se acumulara todo el líquido en un solo lado, mientras el cadáver se secaba, se le llamaba “Timo” o “Timo Rara Koreha” porque hacía algo parecido a cuando se cuece un “Koreha” (anguila), dándolo vuelta varias veces para que se cocine parejamente. Al ahu no se le echaba tierra para que el cadáver pudiera ventilarse y secarse bien. Las piedras que se colocaban debían ser pequeñas para evitar que ingresaran ratones. Cuando el cadáver ya estaba seco y limpio se llamaba a la familia del difunto para que lo enterraran. Si no llegaba nadie, entonces se quemaban los huesos en un lugar detrás del ahu destinado a eso. “Avanga” es el nombre del lugar donde se dejaban los huesos, como lo que hoy es el cementerio.
Cuando trabajé en las excavaciones del ahu “Nau Nau” de Anakena, ví que en la punta del ahu había tres “Pu” (hoyos) llamados “Pu Haka Hetu”, con tres profundidades diferentes. Tenían un “Keho” (piedra laja) en el fondo que, al golpearla, emitía un sonido tan profundo que se podía sentir en toda la isla, hasta en “Vaitea” o “Hanga Nui” Cada “Pu” producía un sonido diferente y las personas cantaban al son de ellos. Fui a hablar con el Alcalde para que los volvieran a abrir pero él no lo permitió. Aunque estén tapados, los hoyos aún están ahí. Puedo decir que nosotros los rapanui sabemos que los moai son nuestros, pero la mayoría no sabe para qué fueron hechos. Yo les enseñé a mis hijos qué es el moai, y los que quieran saber más, pueden acercarse a mí para aprender. Yo le entregué parte de mis conocimientos a Sergio Rapu. Él puede contar lo mismo que yo sé.