by Annette Kühlem

Los árboles en la Polinesia Francesa son considerados  un regalo de los dioses. Los antiguos mitos de la creación nos hablan de como el dios Ta’aroa se convirtió en un pájaro y voló sobre la isla recientemente emergida del mar, sacudiendo sus plumas. Las plumas cayeron en la tierra, las rocas y colinas y se convirtieron en hojas de los primeros árboles. Los humanos se identificaron fuertemente con los árboles, especialmente aquellos que crecieron alrededor de los marae o templos. Según las antiguas creencias el cuerpo humano es directamente conectado con el tronco de los árboles. Uno de los mitos describe -por ejemplo- cómo el primer cocotero creció de la cabeza de un ancestro sepultado. El coco es el cráneo, las fibras son el cabello, ambos poros de germinación son los ojos y el poro grande es la boca. El agua de coco son las lágrimas del ancestro, su carne el cerebro y la savia de la palmera es la sangre (Henry 1928:420-422). La personalización de los árboles ha ido tan lejos que especímenes individuales han recibido nombres propios que se han mantenido por siglos.

Los árboles que han sido plantados cerca de los templos jugaron un importante rol durante los rituales. Proveían de sombra a los jefes y sacerdotes durante las ceremonias y los espíritus se elevaban en la sombra de los árboles. Otro aspecto importante era que los sitios sagrados atraían las aves que eran consideradas las mensajeras de los dioses. Cuando un pájaro volaba sobre un marae durante una ceremonia era percibido como la presencia directa del dios venerado en ese momento.

Ciertas especies de árboles eran dedicadas a deidades y se creía que se transformaban en el dios venerado durante las ceremonias. Miru (Thespesia populnea sol) fue el más sagrado de todos, era considerado la emanación del dios Roro’o quién inspira los cantos de los sacerdotes en el marae. Tamanu (Calophyllum inophyllum) era dedicado a Tane, dios del bosque. Aito (Casuarina equisetifolia subsp.) se dedicó a ´Oro, dios de la guerra, y Pua (Fagraea berteroana) a Tane e Hiro, dioses de los ladrones. En las Islas Marquesas se encuentra el árbol gigante Banyan (Ficus prolixa) que aún se puede encontrar cerca de los sitios ceremoniales. Antiguas pinturas y relatos de exploradores europeos muestran que también las palmeras crecían en los marae como un componente de la arquitectura ritual.

Los marae eran meticulosamente estructurados y planificados. La tradición oral y los cantos describen cómo eran desmalezados antes de cada ceremonia. Podemos asumir entonces que las plantas que crecían dentro de un complejo de sitios sagrados no crecieron selváticamente, sino fueron plantados selectivamente permitiendoles crecer en el lugar.

Rapa Nui y la Polinesia Francesa comparten una gran cantidad de conceptos religiosos, aunque sí con adaptaciones locales. Esto también es el caso de los lugares de culto. Como los marae de la Polinesia Francesa, los típicos Ahu de Rapa Nui consisten en una plaza pavimentada con una elevada plataforma rectangular en un costado. En algunos casos eran colocadas efigies o ancestros deificados en lo alto. En la Polinesia Francesa éstos fueron llamados Tiki or Ti’i y en Rapa Nui son los famosos Moai. Independientemente a otras similitudes, los árboles como parte de la arquitectura de un Ahu, no han sido estudiados aún en Rapa Nui, sólo se han mencionado en el contexto de la deforestación.

Con la llegada de los primeros colonizadores polinésicos a Rapa Nui, la especie de árboles que dominaba el paisaje fue la ahora extinta palmera (Jubaea sp.). Se estima que crecieron cerca de 20 millones de palmeras en la isla. Durante los siglos transcurridos el bosque de palmeras ha debido dar cabida a extensos campos agrícolas para alimentar a la creciente población. ¿Acaso la masiva deforestación excluye la posibilidad que árboles sagrados fueran plantados en Rapa Nui?

Sabemos que objetos rituales, especialmente los Moai Kava Kava y las tablillas Rongo-Rongo fueron talladas en madera de Toromiro (Sophora toromiro). El nombre Toromiro también existe en las Islas de la Sociedad. Ahí el sagrado Miru (Thespesia populnea sol) se refiere al Toromiro siempre y cuando esté plantado en un lugar religioso. En Rapa Nui, el Miru suele ser llamado Makoi. Unos pocos objetos rituales fueron tallados con esta madera, sólo un Ua o bastón de mando ha sido preservado (Oriac 1994: 61). Para la producción de objetos rituales en Rapa Nui podemos encontrar una conexión con los árboles sagrados de la Polinesia Francesa.

Desde el año 2008 el Instituto Arqueológico Alemán, en cooperación con autoridades locales y otras universidades germanas, han realizado excavaciones en el sitio de Ava Ranga Uka a Toroke Hau. Este proyecto ha revelado la evidencia que las palmeras fueron intencionalmente plantadas como un componente de la transformación del paisaje en un sitio ritual.

Durante la excavación de un pavimento que se extendió por todo el valle se encontraron hoyos para la plantación de palmeras. Se distinguen claramente por un borde circular de piedras y en su interior por la presencia de canales producidos por las raíces. Ello indica la ubicación exacta donde antaño crecieron palmeras. En la plaza pavimentada frente al Ahu Hanua Nua Mea otro hoyo ha sido perforado en el pavimento. Así supimos que una gran palmera creció alguna vez en frente del ahu y que fue deliberadamente plantada en el lugar.

Por lo tanto, los árboles fueron parte de la arquitectura ritual de Ava Ranga Uka a Toroke Hau. Esto nos demuestra que las palmeras deben haber tenido un especial significado para los ancestrales Rapanui, y que eran valorados y apreciados y que posiblemente tuvieron un similar significado que los árboles en la Polinesia Francesa  que unió el mundo de los dioses con el mundo de los humanos.

Kiko Morris

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