Tangata Manu, El Hombre Pájaro y sus Orígenes

Por Cristian Moreno Pakarati / Historiador

Los orígenes de los rituales de Orongo, como culto religioso vinculado a las aves marinas migratorias que llegaban a los islotes frente a sus acantilados, no han sido bien explicados hasta el

día de hoy. Algunos autores suponen que es de origen tardío, posterior a la época megalítica. Otros suponen que hubo algún traslape entre el llamado Bird cult , esta nueva religión asociada al hombre pájaro y el período megalítico.

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Rapa Nui fue poblada entre el año 800 y el 1100 D.C. por navegantes polinésicos. Durante algunos siglos, la isla formó parte de las rutas de navegación polinésica, recibiendo flotas y embarcaciones frecuentemente. Según Geoffrey Irwin, la ruta suroriental de navegación comprendía las islas de Marutea del Sur, Mangareva, Temoe, Oeno, Pitcairn, Henderson, el atolón de Ducie y finalmente, Rapa Nui, sin descartar un último tramo hacia Sudamérica. Durante esta época, el desarrollo cultural de Rapa Nui y de otras islas del Pacífico Sureste se dio en una esfera “polinésica” más que en archipiélagos aislados debido a las influencias entrecruzadas. Por esta época comienza el desarrollo del tallado de estatuas de piedra en varias islas polinésicas.

Hacia el siglo XIV, la navegación por el Pacífico comienza a disminuir rápidamente debido a la Pequeña Edad del Hielo, lo que produjo temperaturas más bajas y clima más seco. Esto imposibilitó sostener colonias de gran tamaño en algunas islas polinésicas que fueron susceptibles a los cambios climáticos. La ruta de navegación más afectada fue la del Sureste, con el abandono de todas las islas entre Mangareva y Rapa Nui. Esto dejó a Rapa Nui aislado, al doble de la distancia de su punto habitado más cercano (Mangareva se encuentra a 2800 km). Aun cuando la navegación directa entre una isla y otra no era imposible, seguramente era un riesgo excesivo que a la larga llevó a la desconexión entre una y otra. El fin de la navegación de largas distancias aisló archipiélagos como Hawai’i, Nueva Zelanda y, obviamente, a la solitaria isla de Rapa Nui. Este aislamiento extremo llevó al desarrollo de rasgos culturales particulares, únicos.

Los orígenes del Bird cult nacen en esta época de aislamiento y es una reinterpretación del culto a los ancestros que comienza a ganar mayor aceptación y lentamente acaba con el megalitismo. Los moai alcanzaron su apogeo en los siglos XV y XVI, para luego iniciar un lento declive en el esfuerzo, en la técnica y en la construcción de sus plataformas ceremoniales. El apogeo del Bird cult no se dará sino hasta después del contacto con los primeros europeos en el siglo XVIII.

Con el fin de la navegación polinésica, Rapa Nui pasa a ser un territorio aislado, rodeado de un océano vasto y, tras algunas generaciones, desconocido. La pérdida de contacto con seres humanos de otras latitudes produce un cambio en la mentalidad de los habitantes de Pascua. De personas nacidas en un mundo oceánico enorme, formando parte de una gran talasocracia polinésica, a individuos nacidos en una mota de tierra en medio de una infinita masa de agua. El horizonte pasó a ser el límite de ese universo conocido para los Rapanui, y lo que había más allá, simplemente era objeto de leyendas crípticas… “el universo era una isla” según las palabras de Edmundo Edwards.

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Dos planos de existencia convergen en la concepción del universo en la remota Rapa Nui. Los Rapanui entendían su vida después de la muerte como algo horizontal, más que vertical, a diferencia de las religiones judeocristianas. El mundo de los mortales, de los vivos, el “más acá”, era la isla volcánica triangular. El “más allá” o  el Po, donde los espíritus se iban tras dejar su despojo corporal, era el mar y sus profundidades. Sin embargo, algunos espíritus de mayor jerarquía podían ir aún más lejos, más allá del mar, hacia Hiva o Vakevake. Hiva  aparecía en las leyendas como la tierra de origen de los primeros pobladores de la isla. Pero aun cuando dichas leyendas hablaban de su hundimiento, los isleños tenían certezas de la existencia de tierras en ultramar, gracias a la llegada de los pájaros. Estos tenían que ir a y venir de algún lugar. Ciertas pistas sobre lo que había “más allá” podían detectarse en las costas de la isla y en los ciclos de la naturaleza. Los troncos o restos de madera que llegaban flotando era una señal cuasi divina. Pero más fácil de predecir para los observadores y proto-científicos isleños era la llegada de las tortugas y las aves marinas migratorias. Estos pájaros eran parte de los ciclos naturales que, junto con el florecimiento de árboles y plantas, con las fases del desarrollo de los insectos y la posición del sol y las estrellas, permitían calcular el tiempo y los cambios estacionales en la isla.

Las aves pasaron a ser concebidas como un nexo entre el mundo de los vivos y el mundo de los espíritus, eran mensajeros de los espíritus, de los ancestros mismos y de los dioses. En el último caso, un avatar del dios Rongo llamado  Make-make,  pasó a ser la principal divinidad asociada a este culto y los Rapanui debían descifrar los mensajes traídos por estos seres alados desde el mundo espiritual. Por esta razón, el Manutara obtuvo la posición preponderante entre todas las aves migratorias que llegaban a la isla. Al llegar en torno al equinoccio de primavera, el mensaje del Manutara era sumamente claro: El fin del invierno, el fin del frío, el fin de la escasez… el inicio de la abundancia, de la fertilidad, de los buenos tiempos. Es el reinicio de un ciclo anual y una señal de los espíritus de los ancestros (entre los que también se encuentran los dioses) para renovar una alianza. Por ende, podemos considerar al Bird cult, como una extensión y reinvención del culto a los ancestros a partir de un rasgo particular.

Su apogeo fue tras la llegada de los primeros europeos cuando la competencia del Tangata-manu (hombre-pájaro) en Orongo alcanzó su máxima expresión. Es posible que la llegada de estos barcos europeos haya confirmado la veracidad de las creencias religiosas isleñas, transformándolo en una especie de “culto de carga”, incorporados en la simbología ritual como puede apreciarse en las pinturas rupestres que se encontraban en Orongo. El ritual llegó a su fin con el despoblamiento de la isla, la llegada de los misioneros y los embates del cristianismo sobre los restos desmoralizados de una otrora gran civilización.

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