Por Cristian Moreno Pakarati – Historiador

Los Moai mirando hacia al mar son una de las imágenes literarias más evocativas acerca de las islas del Pacífico. La idea de que las estatuas eran guardianes de la remota ínsula y que su colosal tamaño tenía como propósito espantar a posibles invasores ha trascendido en muchos de los miles de visitantes que la isla recibe cada año. Este concepto de las estatuas megalíticas mirando al horizonte se contradice con el conocimiento científico y con la idea que siempre ha existido dentro del pueblo rapanui. Sin embargo, por inocente que suene, la idea de las estatuas que contemplan más allá de las mareas oceánicas tiene una tradición en occidente que se puede comprender bajo su contexto histórico y espacial.

En 1838 el capitán francés Abel Du Petit Thouars, comandante de la goleta Venus, tiene el honor de ser el comandante de la última expedición marítima extranjera que ve una estatua sobre su altar ceremonial. La estatua miraba hacia el interior, al igual que todas las estatuas vistas anteriormente por los visitantes europeos. Estaban volteadas hacia su pueblo, hacia su aldea, y le daban la espalda al mar. Tras la visita de la Venus, varias docenas de barcos (la mayoría balleneros) pasan por Rapa Nui cada año, sin ver una sola estatua en la oscura e irregular costa de la isla. El concepto original había desaparecido.

Al llegar los misioneros católicos franceses –  los primeros colonos extranjeros –  a Rapa Nui,  en la década de 1860, la isla inicia una nueva etapa. Para entonces, todos los Moai estaban caídos. Los únicos que permanecían de pie eran los de la cantera de Rano Raraku, y se encontraban semi-enterrados. ¿Hacia dónde parecían mirar dichas estatuas, las más grandes de la isla? Al pie de las laderas de Rano Raraku, las figuras se encontraban, en su mayoría, mirando las planicies de la costa sur y algo más allá, el intenso azul del Océano Pacífico. Los Moai de Rano Raraku pasaron a ser la imagen de la isla durante casi 100 años. Las únicas efigies de piedra cuyos rostros orgullosos eran visibles. Y éstos “miraban al mar”.

El conocimiento científico desarrollado por las expediciones de Thomson, Routledge, Franco-Belga y el trabajo en terreno de décadas llevado a cabo por Sebastián Englert, era claro sobre las estatuas caídas de los Ahu que originalmente miraban hacia el interior. Pero lamentablemente ya no estaban en sus posiciones originales, a diferencia de lo visto uno o dos siglos atrás por los navegantes europeos. Para el público que leía libros y miraba imágenes de la isla en blanco y negro desde el hemisferio norte y para los aventureros que visitaban la isla en la primera mitad del siglo XX, lo cierto es que los Moai erguidos “miraban al mar”. El concepto aparece muy claro en un poema de Robert E. Howard titulado “Easter Island” y publicado en 1928, así como en muchísima prensa de la época que publicaba reportajes sin conocimiento acabado y sin haber visitado la isla.

Algunos Moai fueron colocados como adorno por el gobernador Tejeda en 1938 mirando hacia el mar en la zona de Hanga Roa o Tai. Uno de ellos, el Moai a Hani fue tumbado por un tsunami en 1946. El otro todavía permanece de pie y le daba la bienvenida a los visitantes que desembarcaban en el muelle de Hanga Roa. Tanto Tejeda como los visitantes de esos años fueron víctimas de la falsa iconografía de los Moai mirando al mar.

En octubre 1955, sin embargo, las cosas comienzan a cambiar. Un gran equipo de arqueólogos lleva a cabo la mayor expedición arqueológica de la historia de Rapa Nui, financiada por el explorador noruego Thor Heyerdahl. Esta genera gran atracción mediática y como nunca en la historia, durante seis meses, parte del mundo estuvo pendiente de lo que ocurría en este remoto rincón del Pacífico sur. El evento más relevante de esos meses ocurrió en el verano de 1956 cuando un grupo de isleños re-erige una estatua sobre su Ahu. Una apuesta entre Pedro Atán Pakomio y Thor Heyerdahl llevó a algo más de una docena de rapanui a levantar el Moai del Ahu Ature Huki usando solo palos y piedras. Tras varios días de trabajo, un Moai volvía a estar de pie sobre su altar de piedra por primera vez en 120 años… y mirando hacia el interior.

Fue el inicio de un cambio de paradigma. En una cadena de eventos, el arqueólogo y miembro de la expedición de 1955-56, William Mulloy, vuelve a la isla cuatro años después y aplica el mismo método del que fue testigo en 1956 para una restauración arqueológica en Ahu Akivi. Esta restauración es nuevamente objeto de cobertura mediática aunque no contribuye a refutar el mito de los Moai “mirando al mar”. Pese que los siete Moai del Ahu Akivi se encuentran a 2,6 kms de la costa, el terreno desolado y desprovisto de árboles producía la ilusión de los Moai mirando hacia el mar. Qué fácil era explicar una aldea ubicada entre los Moai y el mar, sin embargo hasta hoy mucha gente los denomina como los “Siete Moai que miran al Mar”.
Una segunda fase de restauraciones arqueológicas se produce en la segunda mitad de los años 60 con los trabajos desarrollados en Tahai. Tres nuevas plataformas costeras se unen al Ahu Ature Huki como sitios restaurados cuyas estatuas claramente miran hacia el interior: Ahu Ko te Riku, Ahu Tahai y Ahu Vai Uri. Una tercera fase de restauraciones a inicios de los 70’ suma al Ahu de Hanga Kio’e y dos Ahu interiores. A fines de los 70’, la Sergio Rapu  dirige una cuarta restauración , el Ahu Naunau de Anakena y el Ahu Tautira en la bahía de Hanga Roa. Todo es coronado en la década del 90 con la reconstrucción del Ahu Tongariki, el más grande de todos con 15 Moai.  Los miles de visitantes que llegan hoy en día a Rapa Nui pueden ver tanto los Moai restaurados como los caídos sobre sus plataformas antiguas, todos en su orientación original, es decir,  hacia el interior .