Bajo una fina capa de tierra sobre las milenarias rocas volcánicas se extiende un mundo invisible envuelto en leyendas y misterios. Rapa Nui posee un subsuelo volcánico, comparable a una gigantesca esponja petrificada. Está llena de cavernas de distintos tamaños, desde pequeñas grutas y estrechos pasillos a espaciosas salas abovedadas. La expedición espeleológica polaca ha registrado más de diez kilómetros de callejones bajo tierra, explorando más de 315 cuevas en los sectores de Roiho y de los acantilados de los volcanes  Rano Kau y Rano Raraku, realizando trabajos topográficos junto con el registro arqueológico y antropológico de sus contenidos. Thomson (1886) dividió las cuevas en dos grupos, aquellas grutas formadas por las ollas marinas que atacaban la costa y las cuevas formadas por los gases de lava volcánica. Para los Rapa Nui existen tres tipos principales de cuevas según su estructura: Karava, Ana Kionga  y Ana propiamente tal. Los Karava son cuevas o grutas bajas y ubicadas más bien en los acantilados y que permite ocultar a una persona. Los Ana Kionga son pequeñas cuevas destinadas al amparo de personas perseguidas en períodos de guerra. El nombre Ana es dado a todas las cavernas naturales con forma de collar, construidas o reconstruidas y de grandes dimensiones, independiente a sus fines.

Desde la aparición de los primeros habitantes de la isla las cavernas empezaron a formar parte esencial de su mundo social religioso y cotidiano. La tradición oral relata que para ingresar a una de ellas se debía pedir la protección a los espíritus, porque tanto la tierra como las cuevas son sagradas, son Tapu o tabú.. En muchas aun se pueden divisar petroglifos y pictografías del dios Make Make, del Hombre Pájaro y otras figuras propias de la cosmovisión ancestral. Algunas servían de lugar de asentamiento, como la caverna Ana Kena donde vivía en sus inicios el legendario rey Hotu Matua y cuyo nombre fue dada posteriormente a la playa Anakena que originalmente se llamaba Oromanga. Según los Rapa Nui cada caverna tenía su nombre propio, relacionados algunas con los nombres de sus dueños originales o de sus clanes o con sus características como localización, forma, dimensión o uso.

Las cavernas no solo servían como vivienda para familias completas  o refugio para personas, también se utilizaban dos de ellas (Ana O Keke y Ana Hue Neru) para encerrar doncellas vírgenes con el propósito de blanquear su piel para fines religiosos, otras para realizar ritos religiosos como Ana Kai Tangata y Ana Te Pora o para guardar alimentos o reliquias familiares.  Según Lavancherie (1935) existían cuevas “talleres” en que se confeccionaban objetos de hueso u obsidiana. Algunas de las cuevas se asemejaban a tumbas colectivas, otras contaban con entierros individuales, donde antiguamente los ancianos se retiraban cuando les llegaba la hora de  morir. Hace un par de años ello sucedió por última vez. La familia buscó la anciana durante un mes sin encontrar rastros de ella. Se había ido a descansar.