by Javiera Alarcón
María Irma Paoa Tuki, conocida cariñosamente como «Irma», nació el 3 de noviembre de 1963 en Hanga Roa. Es hija de Sergio Enrique Paoa Pate y de Flora Tuki Pakarati. Irma es una de los siete hijos de la familia Paoa Tuki, quienes residían en el sector de Tu’u Koihu. Su padre, con 87 años, aún vive en aquel sector que la vio crecer. Su madre, sin embargo, falleció joven, dejando un vacío que aún hoy se siente en el corazón de Irma. «La echo de menos» confiesa con la sencillez de quien ha aprendido a convivir con la ausencia. El padre de Irma comenzó a trabajar a los 13 años para ayudar a sus hermanas. Su primer empleo fue en la compañía Williamson Balfour, posteriormente se desempeñó en la pesca y más tarde en el hospital de Hanga Roa junto a su esposa. Hijo de Simón Paoa Bornier, quien fue un voluntario destacado de la Fuerza Aérea.
A los 6 años Irma quedó de manera temporal al cuidado de sus tíos en el sector de La Perousse para aliviar la carga de la crianza familiar durante la semana. A pesar de que fue dura la separación para ella, Irma agradece y recuerda que vivió en un Rapa Nui muy diferente al actual, un lugar donde la modernidad llegaba a gotas y las familias se unían para disfrutar. Recuerda con nostalgia el día en que llegó la primera televisión en el año 1977, gracias a la participación de una mujer rapanui en el concurso de belleza Miss Chile, quien pidió a Pinochet la donación de un televisor para la comunidad. Fue un evento extraordinario para los habitantes de la isla. Aunque no todas las familias podían permitirse tener una, la televisión se convirtió en un punto de encuentro en las casas de quienes sí la tenían. “A las seis de la tarde íbamos todos a la casa de una hermana de mi papá a ver la tele, sobre todo para ver las noticias que venían en cintas de 60 minutos. Para nosotros era impresionante».
La experiencia de ver televisión era algo novedoso y emocionante, especialmente para los niños, quienes se reunían con entusiasmo para ver los programas animados. Era un lujo, una ventana al mundo exterior que la isla apenas comenzaba a explorar en esos años, nos relata Irma. Además, recuerda con cariño los cuentos de su tía Carmen Tuki Pakarati, quien les enseñaba historias de la isla como el Tanga a Uta y que los niños se juntaban con mucha emoción a escucharlos. En esos tiempos, los juguetes eran escasos, pero eso no impedía a los niños de la isla disfrutar y divertirse. Recuerda cómo jugaban a las bolitas hechas con guayabas verdes y utilizaban palitos del árbol miro tahiti para hacer caballitos de juguete. «No había juguetes, así que los hacíamos nosotros mismos», comenta. A pesar de la falta de bienes, la creatividad y la imaginación de los niños florecía, convirtiendo cualquier objeto cotidiano en un elemento de entretención.
Irma también recuerda su vida escolar, marcada por las limitaciones y desafíos de ser una niña rapanui, en una época en la que no se valoraba la cultura local. “Nos hacían burla, en esos años no sabíamos que era bullying , llamándonos indios, nos trataban mal”, nos cuenta que aquellos pequeños que desde su ignorancia miraban despectivamente a sus compañeritos, principalmente eran hijos de funcionarios públicos chilenos instalados en el territorio como personal de carabineros, FACH y marinos, por ejemplo. «Nos castigaban por hablar rapanui en la escuela» recuerda con tristeza, a pesar de ello, su familia mantuvo viva la lengua en casa, asegurándose de que nunca la olvidara. El colegio, en aquellos años, ofrecía sólo hasta segundo medio, lo que limitaba las oportunidades educativas de los jóvenes de la isla. «Hasta el año 80’ no había tercero ni cuarto medio, así que muchos como yo salimos del colegio sin terminar la educación completa,» relata. A pesar de las dificultades, Irma tiene recuerdos positivos de su vida escolar, especialmente de las actividades deportivas. Una de las influencias más significativas en la juventud de Irma fue la llegada del matrimonio de Arévalo, quienes trajeron a la isla el programa de deportes del CENDYR.
Bajo su tutela, los jóvenes rapanui comenzaron a practicar una variedad de deportes, como baloncesto, tenis, saltar en trampolín, handball, y gimnasia rítmica. «Me encantaba jugar baloncesto, era mi fuerte, aprendí todo tipo de deportes» dice Irma, recordando con cariño los partidos y campeonatos que se organizaban en la isla. En ese entonces no había muchas oportunidades para competir fuera de la isla como hoy, el entusiasmo por estas actividades era palpable entre los jóvenes. Irma continuó siendo activa en el deporte hasta hace pocos años, destacándose por su desempeño en voleibol hasta que una lesión la obligó a dejarlo, «Tuve que dejar de jugar en 2017 por una molestia al recepcionar un remache», sin embargo su pasión por el deporte sigue viva en sus recuerdos.
Irma se casó con Mario Araki Tepano. Mario, quien perteneció al Ejército en Santiago antes de regresar a la isla en 1982, comenzó a salir con Irma, y en 1983, cuando Irma tenía 20 años, quedó embarazada de su primer hijo. «Cuando me quedé embarazada, ya tenía claro que quería formar una familia» dice Irma con una sonrisa. Irma tuvo tres hijos: el mayor, que está a punto de cumplir 41 años, el del medio, de 34 años, y el más joven, que tiene 31 años. La llegada de sus hijos trajo muchas alegrías y desafíos. Irma siente un profundo amor por sus hijos y está orgullosa de ellos, «Nunca fueron maldadosos», dice con cariño. Irma y Mario se casaron por la Iglesia en 1990, cuando su hijo del medio tenía solo seis meses. «En realidad, no hicimos la ceremonia civil en ese momento» recuerda Irma. Sin embargo, después de la pandemia, encontraron la oportunidad para formalizar su matrimonio por la vía civil «no hicimos una gran celebración, pero nos casamos formalmente por civil» explica. Irma ha mantenido una actitud positiva y ha sido una figura clave en la vida de sus hijos. Ahora, a los 61 años, espera celebrar su cumpleaños en noviembre con su familia, disfrutando de la vida y de los frutos de su trabajo y dedicación.
Irma nos comparte con orgullo la tradición familiar del curanto que su madre inició hace más de 30 años. Este curanto religioso, conocido como el «Curanto del Sagrado Corazón de María». “Se inició en el sector del actual Liceo Aldea Educativa, en ese entonces donde residían enfermos y las personas que los cuidaban”. Su madre lo inauguró junto a una pequeña gruta dedicada a la Virgen María, «Mi mamá lo organizaba con mi papá y otros familiares, llegaba mucha gente a pie y a caballo», cuenta Irma. Desde entonces, cada año la familia ha mantenido viva la tradición, trasladando el evento a la casa de su padre cuando su madre enfermó y falleció en 1995. Además de un acto de fe, el curanto se ha convertido en una importante celebración religiosa y comunitaria, organizada por Irma y sus hermanos, siendo un evento esperado por los habitantes de la isla cada mes de junio. A pesar de las dificultades que enfrentaron durante la pandemia, que los obligó a modificar sus costumbres entregando el alimento crudo, siempre han buscado maneras de continuar este legado.
Además de ser madre y abuela, Irma se siente realizada en su trabajo como manipuladora de alimentos en el cual lleva más 13 años trabajando, aportando con su dedicación en diferentes establecimientos educacionales de la isla actualmente desde un jardín infantil. «Amo mi trabajo. He trabajado en varios colegios y jardines, y me encanta cocinar para los niños, es hermoso entregar eso» explica emocionada. «Trabajo con amor y pasión. Me gusta estar en contacto con la gente y ver la sonrisa en los rostros de los niños cuando les preparo su comida» dice Irma. La cocina siempre ha sido una de sus pasiones. «Desde joven, me ha gustado cocinar. Soy rápida en lo que hago y disfruto mucho de preparar» añade. «El uniforme blanco es algo que siempre he llevado con orgullo. Es importante para mí estar limpia y bien presentada en mi trabajo, uno al trabajo va bien presentada» concluye Irma, mostrando su dedicación y amor por lo que hace. Nos parece que este talento lo heredó de su madre Flora, pues durante la entrevista muchas veces nos mencionó cómo en ella vio siempre la generosidad por medio de un fogón y olla prendida para todos los niños, primos o sobrinos que se acercaban a su casa, una olla común para quien quisiera y deseara un plato de comida.
La entrevista con la señora Irma revela una vida llena de dedicación, amor por la familia y pasión por su trabajo. Irma, actualmente es representante del hōnui de su familia, los Paoa, a quienes les lleva información y en conjunto acuerdan decisiones sobre los temas importantes de la isla. Para ella “el futuro debe ser mucho mejor” le preocupa el medio ambiente, promociona el reciclaje, le aqueja la saturación de basura y automóviles que se ve en la isla. Llegamos a ellas gracias a jóvenes que quisieron que la entrevistáramos, pues consideraban que ella ha dado mucho por la gente, siendo una persona muy generosa y no conocida.