María Ignacia es hija de María Carmela Ranguitopa y Alberto Paoa Bornier, nieto del colono francés Dutrou-Bornier, quién se apoderó de las tierras pascuenses, convirtiéndola en una granja ovejera, y se autoproclamó Rey de Rapa Nui (1868-1888). Todos la conocen con el sobrenombre Macaoa, porque en sus tiempos era muy flaca. Los más viejos la recuerdan como una mujer muy especial, bella, rubia, limpia y ordenada, era una de las pocas que andaba con zapatos de taco alto en la isla. María Ignacia tuvo una hija del chileno Carlos Charlín Ojeda, llamada Diana Paoa, madre del ex alcalde Petero Edmunds Paoa. Charlín Ojeda había sido deportado en la isla en tiempos del general Carlos Ibañez del Campo. Hoy, con sus 97 años, María Ignacia sigue siendo una mujer bella y dulce, pero muy enérgica cuando se trata de defender sus opiniones.
“por una enfermedad que yo tenía en mi pelo, se me caía a mechones, el Taote (doctor) me peló y me dejó en cama, hay quienes creyeron que él me había castigado. El era buen médico, pero como Gobernador solía castigar duramente”.
“Mi mamá nació en el campo. Antes toda la gente vivía en cuevas. Mi papá entró a trabajar como capataz en la compañía ovejera Williamson & Balfour (1903-1953) y en ese tiempo pudo construir una casita de piedra con techo de paja, era muy chica, alcanzaba sólo para dormir. Cuando empezaron a llegar los barcos una vez al año, llegaron los primeros materiales de construcción. Yo ví mucha pobreza, pero después, cuando pude viajar al conti, también vi pobreza. Yo me crié con mi tía Merina Lataro Neru Tu´u Matahi, a la cual le decíamos Merico. Es prima hermana de mi papá y me quería mucho. Ella plantaba taro, camote y manioca en el campo y eso era lo que comíamos todos los días. Se ponían a hervir al fuego y ya. La comida fuerte era en la mañana. Recién cuando vino la Compañía conocimos lo que era comer carne de vacuno, chanchos y otras cosas.”
Con el crecimiento del ganado ovejero, la empresa inglesa Williamson & Balfour construyó en Vaitea un galpón principal y otros anexos, en los cuales se instalaron corrales para la esquila. María Ignacia recuerda que : “A los 16 años fui a trabajar a Mataveri a la casa del administrador de la Compañía Mr Colin Morrison y cuando era el tiempo de la esquila yo iba a Vaitea a coser los fardos de lana. El era mi pololo, era muy caballero y cuando se tuvo que ir al conti me quería llevar, pero no me dejaron salir porque había lepra en la isla. Un día llegó en el barco un amigo de Morrison y le preguntó si yo era pascuense y si tenía lepra. El me sacó el vestido y le dijo: “mira, no tiene lepra”. Ahí yo le pregunté al amigo si él era gringo, porque yo también era mitad gringa. Mi padre es hijo de una francesa (Marta Bornier) y mi madre es hija de un escocés (Carlos Mack).
Mi mamá Carmela Rangitopa, mi tía Inés y mi abuela, trabajaban en la casa de Exequiel Acuña, el primer subdelegado marítimo de la isla. Él era muy bueno, trataba muy bien a los rapanui, especialmente a los niños, les enseñaba a leer. Era como profesor de toda la gente, a las mujeres les enseñaba a tejer y coser. Mi mamá cosía camisas, pantalones y vestones para todo el pueblo sin cobrar nada, porque antiguamente las personas te ayudaban cuando necesitabas algo, no como ahora. Acuña también hacía de cura. Solía castigar a los que pololeaban con mujeres casadas o a las mujeres que dejaban a sus maridos. Algunos lo odiaban porque era muy exigente con el trabajo y solía castigar”. Tocándose su bella cabellera blanca, María Ignacia recuerda al médico de la Armada, Alvaro Tejeda, con quién su madre Carmela tuvo una hija llamada Regina: “por una enfermedad que yo tenía en mi pelo, se me caía a mechones, el Taote (doctor) me peló y me dejó en cama, hay quienes creyeron que él me había castigado. El era buen médico, pero como Gobernador solía castigar duramente”. En el año 1938, para celebrar el cincuentenario de la anexión a Chile, Alvaro Tejeda preparó una fiesta, en la cuál todos debían participar presentando alguna obra con motivos pascuenses. Ahí se comenzaron a recuperar los juegos de hilos Kai Kai y las poesías Pata´uta´u. Al conversar de los bailes pascuenses, María Ignacia se para de su silla y nos muestra un baile con movimientos suaves y armónicos y con los tradicionales movimientos de caderas: “Esto lo aprendí en Tahiti. Antes la gente aquí no bailaba así, bailaba el Taritarita acompañado con la música de acordeón y armónica. Era un baile más saltado. Los bailes de ahora son tahitianos.” Su hermana menor Inés nos cuenta: “Su marido, Ramón Hey, primero fue casado con Cecilia Tuki, quién se enfermó de lepra y la llevaron al sanatorio. Cuando ella murió, Ramón se casó con Maria Ignacia. Él le pegaba mucho y ella se arrancaba a la casa de su mamá. Luego llegaba su marido y se la llevaba con cama y petacas. No tuvieron hijos.” Hoy María Ignacia dice vivir sola, sin problemas y contenta, porque su sobrina Ana María Edmunds la saca, junto a sus hermanas Marta, Rufina e Inés, a pasear los fines de semana al campo.