El banano o plátano del género Musa es una de las plantas más importantes de las poblaciones que habitan las zonas tropicales y subtropicales del mundo. Por el sudeste asiático se propagaron hacia el sur y el oeste del océano Pacífico, llegando a Hawaii y a la Polinesia en varias etapas.
En Rapa Nui, el maíka (platano) ha sido mencionado por los primeros visitantes europeos como parte de los alimentos ofrecidos como provisiones. Tras su visita en 1774, Cook indica cómo las cabezas de plátano son asadas en los umu o curantos de piedras calientes, siendo estos casi los únicos alimentos vegetales que se consumían en la Isla de Pascua. Posteriormente las hojas del banano también se utilizaban para envolver las carnes y pescados reposándolos sobre las piedras ardientes del umu. Ciertas maika se usaban para postres de leche o para hervirlos, acompañando una cazuela. En cada hogar existen una o más variedades de maika, primando sobre otras especies como las papayas, mangos, paltas, naranjas, limones y los habituales tubérculos ancestrales como el taro, la manioca y el camote.
El maika no sólo se caracteriza por su uso alimenticio. El tronco del banano ha sido por mucho tiempo usado en el deporte del haka pe’i (deslizamiento sobre troncos de plátano) y es una importante fuente de fibras para el uso de artefactos textiles y vestuario junto al mahute (morera de papel). A estas telas del maíka se le llama kakaka, con el cual se confeccionan hasta el día de hoy trajes y coronas mediante el trenzado oblicuo y adornados con las pequeñas flores del maika, con las que también se confeccionan collares.
Maika en/in Haka Pei
Las telas en general fueron el material con el cual se construyó el mundo de los objetos en Isla de Pascua. Unos se usaban para envolver o tapar y otros para contener. Los primeros estuvieron ligados a experiencias rituales y místicas de gran valor para la cohesión de la comunidad y tenían por lo general alguna asociación ceremonial como el mana (poder sobrenatural proveniente de los ancestros) o el tapu (una serie de restricciones que protegían tanto a individuos como a objetos). Los segundos se asociaban a los alimentos y a los aspectos de la vida doméstica, es decir a lo humano. El acto mismo de dar vida, que se genera a través de las fibras vegetales, permite que las divinidades penetren directamente en estos objetos. Tanto los alimentos como los objetos textiles podían convertirse en regalos o dones para los intercambios y se consideraban sagrados. No constituían propiedad individual, sino eran propiedad de una familia extensa y representaban la identidad del grupo o de la sociedad misma.
Metraux (1971) señala en 1934 que los isleños reconocían diez variedades de plátanos, algunos de las cuales habían sido recientemente introducidos desde Tahiti, mientras que otras ya habrían sido extintas en esos años. Hoy son escasos los jóvenes que recuerdan estas 10 u 11 variedades de maíka. Es necesario tomar conciencia de la importancia del paisaje vegetal y del maíka para la cultura rapanui.