Indicadoras Medioambientales de las Islas Oceánicas

by David Hyrenbach y Guillermo Luna-Jorquera – Esmoi

Las aves marinas han jugado siempre un papel muy importante en la mitología y la cultura de Polinesia. En Hawaii, por ejemplo, los navegantes usaban a los piqueros (kena), aves del trópico (tavakes) y gaviotines, en especial el gaviotín blanco, para encontrar islas oceánicas, porque sabían que estas aves no se alejaban mucho de la costa. A este último, el (Gygis alba o Manu-o-Kū), lo consideraban como una señal mayor de que se aproximan a una isla.

Esta pequeña ave sale a pescar por la mañana y vuelve a sus nidos por la tarde. Por lo tanto, un avistamiento de una de estas aves con un pez en el pico, significa que está en camino de vuelta a su nido, donde espera su hambriento polluelo (ver foto 1). Siguiendo la misma dirección del gaviotín los navegantes llegaban a pequeñas islas remotas en medio del gran Océano Pacifico. En definitiva, las aves marinas proveían valiosas pistas a los navegantes, que les permitían anticipar y responder correctamente a los cambios en el mar. 

Ahora que nos enfrentamos a grandes desafíos medioambientales, con el aumento de la contaminación de los plásticos en el mar, el cambio climático, y el uso exhaustivo de los recursos pesqueros, las aves marinas siguen siendo valiosos indicadores de las condiciones y los cambios en el medio marino y las islas oceánicas. 

En Hawaii y Rapa Nui, los científicos utilizamos las aves como “sensores biológicos” del medio marino, capaces de tomar muestras mientras se alimentan de calamares, peces y crustáceos y de almacenar esta información en sus estómagos y en sus tejidos. Los regurgitados de las aves (ver foto 2) proveen información sobre los plásticos y las presas de las cuales se alimentan. Además, usando pequeñas muestras de sangre y de plumas, se obtiene información del nivel trófico (en que escalón de la trama alimenticia se encuentran), y de la contaminación con compuestos orgánicos persistentes (como el DDT y DDE) y metales pesados (como el mercurio y el plomo).

De esta forma, las aves se convierten en librerías vivientes, que recopilan las condiciones medioambientales en el mar y en sus presas. En particular, nuevas técnicas analíticas, como la genética y los isotopos, están permitiendo el estudio de los ecosistemas marinos a través de la dieta de las aves. Utilizando muestras del contenido estomacal y del excremento de las aves, es posible determinar el número y el tipo de especies en su dieta.

Estos grandes avances están permitiendo el estudio de presas muy difíciles de muestrear, como los calamares y los peces mesopelágicos, de los que normalmente solo encontramos picos (estructuras bucales duras) y otolitos (estructuras calcáreas que se encuentra en los oídos) en las regurgitaciones de las aves.

Asimismo, las aves nos permiten estudiar el estado de la contaminación con plásticos en el mar, porque recorren grandes extensiones y traen a sus colonias los plásticos que encuentran durante sus viajes. 

En algunos casos, como los fragatas (makohe), las aves traen los plásticos a la colonia para construir sus nidos – esto se observa en forma dramática en Salas y Gomez donde todos los nidos de fragatas que hemos examinado están hechos con cordeles de plástico (ver foto 3). En otros casos, como los albatros de Midway, los padres le dan a comer plásticos a sus crías en las colonias, que luego ellos regurgitan antes de partir del nido. 

 Sin embargo, otras especies, como los petreles y las fardelas, no vomitan el plástico que ingieren. Por lo tanto, los científicos recolectan aves muertas accidentalmente (por interacciones con la pesca, por accidentes debido a la atracción a las luminarias o los barcos, y por ser atacadas por perros vagos) para efectuar necropsias. Esto nos permite estudiar su contenido estomacal, y los tejidos de estos especímenes. De esta forma, podemos recolectar y cuantificar estos deshechos para establecer mediciones sobre la cantidad y el tipo de plásticos en el mar. 

Por ejemplo, en una Golondrina de mar polinésica encontrada muerta en Salas y Gomez encontramos 486 trozos pequeños de plásticos (ver foto 4). Esto es muy similar a lo que se observa en los albatros de Laysan y de pata negra de la islas de Midway y Kure (Hawaii), donde se ha documentado que el 100% de las regurgitaciones de los pollos contienen plástico (ver foto 5). Estas altas incidencias y cantidades de plásticos solamente se encuentra en especies que habitan cerca o dentro de los grandes giros oceánicos, donde se acumulan los microplásticos. De esta forma, estos índicesayudan a comprender los patrones geográficos de la contaminación marina y su tendencia a través del tiempo.

Sin embargo, todavía tenemos varios retos que nos impiden poder aplicar estas ideas en todo el Océano Pacifico. En muchas islas, por ejemplo, las poblaciones de aves marinas han sido diezmadas, y están relegadas a pequeños islotes deshabitados. Por lo tanto, estas poblaciones tienes que ser rehabilitadas y protegidas de los impactos de los depredadores introducidos, tales como ratas, gatos y perros.

Por ejemplo, en una Golondrina de mar polinésica encontrada muerta en Salas y Gomez encontramos 486 trozos pequeños de plásticos (ver foto 4). Esto es muy similar a lo que se observa en los albatros de Laysan y de pata negra de la islas de Midway y Kure (Hawaii), donde se ha documentado que el 100% de las regurgitaciones de los pollos contienen plástico (ver foto 5). Estas altas incidencias y cantidades de plásticos solamente se encuentra en especies que habitan cerca o dentro de los grandes giros oceánicos, donde se acumulan los microplásticos. De esta forma, estos índicesayudan a comprender los patrones geográficos de la contaminación marina y su tendencia a través del tiempo.

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