En la mañana del día miércoles 11 de junio 1913, la pequeña goleta a vapor norteamericana “El Dorado” de la empresa naviera Sanders & Drinkwater llevaba dos meses navegando por la costa oeste de América, sin darse cuenta que la corriente Humboldt había desviado la ruta de navegación hacia el oeste. De pronto se aproximaron nubes negras amenazantes y un fuerte viento que dirigió a la embarcación, cargada de madera pino oregón, hacia el interior del Océano Pacífico. La goleta se encontraba a 2.700 millas frente a la costa de Chile, demasiado lejos de su destino final que era Antofagasta, donde la madera iba a ser intercambiada por salitre chileno, fertilizante apreciado por los Estados Unidos. Al mando estaba el capitán N. P. Benson y los oficiales Wilson y Johansen con ocho jóvenes estibadores.

Durante dos días la tormenta no cesaba, convirtiéndose en un verdadero huracán, azotando la goleta como un juguete en el mar enardecido. Se desprende el mástil lanzándolo en el aire como una pluma de ave en el viento. Amanece el dia viernes, la goleta empieza a inundarse y la tripulación se prepara para abandonar el barco en el bote salvavidas, evitando colisionar con las maderas esparcidas en el mar. Había suficiente agua en el bote y alimento para unos días. Estaban a 560 millas de la Isla Pitcairn y a 700 millas de Isla de Pascua. Considerando los vientos oeste, era menos riesgoso navegar hacia Pascua con los vientos a favor. Según el capitán llegarían en nueve a diez días. Prevalecía un mar tormentoso y bravo, uno de los remos se fractura y el viento fuerte lanzaba la espuma del mar como látigos sobre sus rostros. Durante los siguientes días de navegación, la incertidumbre se apoderó de los jóvenes estibadores, todos estaban cansados y débiles, algunos deliraban viendo campos verdes y árboles,  otros veían puertos y edificios. Durante dos días la tormenta no cesaba, convirtiéndose en un verdadero huracán, azotando la goleta como un juguete en el mar enardecido. Se desprende el mástil lanzándolo en el aire como una pluma de ave en el viento. Amanece el dia viernes, la goleta empieza a inundarse y la tripulación se prepara para abandonar el barco en el bote salvavidas, evitando colisionar con las maderas esparcidas en el mar. Había suficiente agua en el bote y alimento para unos días. Estaban a 560 millas de la Isla Pitcairn y a 700 millas de Isla de Pascua. Considerando los vientos oeste, era menos riesgoso navegar hacia Pascua con los vientos a favor. Según el capitán llegarían en nueve a diez días. Prevalecía un mar tormentoso y bravo, uno de los remos se fractura y el viento fuerte lanzaba la espuma del mar como látigos sobre sus rostros. Durante los siguientes días de navegación, la incertidumbre se apoderó de los jóvenes estibadores, todos estaban cansados y débiles, algunos deliraban viendo campos verdes y árboles,  otros veían puertos y edificios. 

Amanece el día domingo 22 de junio y divisan la Isla de Pascua por primera vez. A las diez de la mañana el bote llegó al sector este de la península del Poike, a un sitio del acantilado llamado Kikiri Roa por los isleños. Al desembarcar sentían aún el movimiento del mar en sus cuerpos. Los oficiales Wilson y Johansen escalaron el escarpado acantilado y fueron en busca de ayuda, encontrándose en el camino con el nativo ovejero Casimiro Paoa Bornier, quien los llevó a caballo hasta el pueblo de Mataveri, a la casa del administrador de la compañía ovejera “Williamson & Balfour”, el inglés Henry Percy Edmunds. Otros cuatro tripulantes pudieron escalar el acantilado y llegaron hasta el sector del leprosario donde fueron bien acogidos. Los cinco restantes finalmente fueron todos rescatados desde el Poike y muy bien atendidos por la comunidad isleña de Hanga Roa. La población nativa de la época era alrededor de 250 personas. La noticia del naufragio causó gran conmosión en el pueblo y según Edmunds, el naufragio de El Dorado fue el primero en las cercanías de Rapa Nui. 

Después de 103 días de estadía y sin que recalara un solo barco en Rapa Nui , el Capitán Benson decide habilitar el mismo bote del naufragio con la ayuda de Edmunds y algunos nativos para emprender viaje hacia Tahiti. Dos de los estibadores, Simoneur y Drinkwater, se animan para acompañarlo en el viaje. Aprovisionados con una buena cantidad de alimentos y agua emprenden viaje hacia la Isla de Mangareva que distaba 1600 millas. Llegaron exitosamente a los 16 días de navegación y lograron comunicarse con sus familiares y los dueños de la goleta hundida. El resto de la tripulación permanece en Rapa Nui hasta diciembre del mismo año, cuando recala un barco inglés frente a Hanga Roa y los recoge y lleva rumbo a Sydney, Australia.

En la Isla de Pascua dejaron descendencia dos de los tripulantes de El Dorado según lo que recuerdan los nativos. El Sr Wilson, primer piloto, dejó una hija nacida el 07 de mayo de 1914 de la Sra Maria Reina Aifiti Tekena, hija del rey Atamu Tekena y futura señora del nativo Nicolás Pakomio Angata. Fue bautizada como Elena Atan Atan y apodada “ Vahiroa”. El nombre de Elena fue en honor a la madre de Wilson y a petición del mismo, Vahiroa se casó con Alberto Hucke Make llamado “Papito” (1912-2001) con quién tuvo once hijos, los hermanos Hucke Atan. Vahiroa falleció el 27 de marzo de 1962 a raíz de un cáncer de mamas, a la edad de 48 años. Por otra parte, el Sr Simoneur, tripulante de origen francés, también dejó descendencia con la nativa Micaela Tuki Kaituoe el 14 de julio 1914. Su hijo Juan Tuki Tuki fue apodado “Vata” en honor del viejo francés Vicente Pont, patriarca de la familia Pont, quién fue su padre de crianza. Juan Tuki Tuki se casó con Laura “María Hau” Pakarati Atan y tuvieron 15 hijos según el libro Te Mau Hatu O´Rapa Nui de Alberto Hotus. Falleció el 19 de junio de 1997, dejando una numerosa descendencia.

A raíz de la llegada de barcos esclavistas desde el Perú en 1862 y el éxodo a Tahiti de 300 personas en 1871, el antropólogo francés Alfonso Pinart registró en 1877 el censo demográfico más bajo de la historia rapanui con sólo 111 almas. A partir del mismo año nacen las nuevas fundaciones de familias rapanui con un interesante mestizaje de varios orígenes, conservándose incluso algunos apellidos como Edmunds, Pont, Cardinali y Calderón y muchos otros de sangre chilena. Así como Elena Atan Atan y Juan Tuki Tuki, son muchos los hijos de extranjeros y de algunos subdelegados, funcionarios y relegados políticos chilenos que no recibieron reconocimiento oficial de sus padres, sino portan dos apellidos maternos. Después de El Dorado se han registrado otros tantos naufragios cuyos tripulantes permanecieron un prolongado tiempo en Rapa Nui antes de ser rescatados aumentando el mestizaje en Rapa Nui.