Embarazo y partos eran sagrados para los rapanui ancestrales. Durante el embarazo se realizaban rituales en lugares idóneos para venerar al hijo que iba a nacer. Cuando llegaba el momento del parto, la madre se hincaba de rodillas, mientras su marido, en cuclillas,  la sostenía, dándolo masaje para ayudarla a respirar y dar a luz. Después del parto, el cordón umbilical era cortado con los dientes y anudado con respeto, pues en el cuerpo del hijo se encerraba el Mana transmitido por sus progenitores. Asistía un sacerdote para observar los ritos y analizar los sueños que había tenido la noche anterior al parto, que  daban una dirección a la vida del recién nacido.

El cordón umbilical y la placenta eran cuidadosamente enterrados o arrojado a las olas con las palabras “ Ve, retorna a Hiva”. Luego se colocaban sobre el vientre de la madre piedras ligeramente calientes a fin de forzar los últimos flujos, evitar estrías en la piel y facilitar la reposición muscular. Poco después, la madre recibía los primeros alimentos de mano de su marido con todo el ceremonial requerido, mientras al recién nacido se le otorgaba su primer nombre.

La caverna de los partos corresponde a una época más reciente y se encuentra frente a la entrada al museo. Se le llamaba así porque en ese lugar vivían Timoteo Pakarati y su mujer Victoria Atan quién solía hacer el papel de matrona para las jóvenes de su familia. Su biznieta María Hey Hotu nos cuenta “…mi madre Celestina Hotu vivía en la cueva junto a su abuela y nos contaba que al momento del parto se ponía una especie de lavatorio o lo que había debajo de la madre y mi bisabuela, a quién su marido Julio Tepano le puso “ Matanza”, ayudaba a sacar el bebé y acostarlo luego sobre los cueros de vacunos junto a su madre. Yo nunca vi el trabajo de parto de mi bisabuela porque en esos tiempos ya existía un hospital y mi bisabuelo había construído una casita arriba de la cavern donde vivíamos un tiempo con ellos.

Ella nos esperaba después del colegio con leche y zapallo, con camote o con taro. Eso era la gran comida servida en tarros de Caritas, de esos que venían con queso y luego se lavaban y guardaban,  ya que no teníamos platos como hoy. Quedábamos super bien. “

Marcelo Pont Hotu, primo de Maria Hey, nos confía que el sí nació en esa cueva.  “…somos doce hermanos y yo soy el N° 3“, vivíamos aquí en la casita arriba con mi madre Miguelina y ella me tuvo con la asistencia de mi bisabuela, en pleno verano en esta cueva. Fue accidental. Mi padre y otros tios habían salido a pescar y las mujeres estaban preparando una parrillada para su regreso. Tarde en la noche, con fogata y luna llena,  mi madre se sintió mal  y se durmió en la cueva. Nací de sorpresa en la madrugada . Fui el único elegido para nacer acá. Matanza murió cuando yo tenía 10 años. Vivíamos con mi familia en otra parte pero yo solía visitarla todos los dias. Recuerdo que era invierno y hacía frío. En la tarde mi bisabuela nos envió a mi y a mi hermano a mi casa a buscarle una frazada. Se hizo de noche y mis padres no me dejaron volver para acompañarla. Ella se enfermó de preocupación porque no volvíamos. Seguro pensó que nos había pasado algo. Yo era muy afecto a ella y no dormí esa noche. Poco después ella murió. Todavía siento rencor con mis viejos. “