Rapa Nui llama… invita… desde su ubicación remota en el Océano Pacífico, a casi 4.000 km. en línea diagonal del puerto chileno de Valparaíso. Los anfitriones hacen señas desde sus costas y son mudos gigantes de piedra que magnetizan y envuelven en su misterio. Pero no obstante ser un lugar único, en la isla viven personas que no escapan a la ley y no desconocen una palabra tan antigua como la existencia de la especie humana;  la palabra libertad. Si; porque la prisión existe en Isla de Pascua. Carente de toda severidad y mimetizada con el verde y hermoso paisaje. Concebida en forma tan eficiente, que a nuestros ojos resalta como una institución modelo.

El teniente 1° Christopher Ibañez se siente muy a gusto a la cabeza de esta  organización de justicia. De profesión ingeniero, dejó su cargo de Encargado Regional de Prevención de Riesgos de Valparaíso, y asumió como Gendarme del Complejo Penitenciario Isla de Pascua, en el mes de junio de 2015. “La vida es mucho más tranquila aquí, mucho más familiar”, explica este cordial hombre de 30 años, casado y padre de  un pequeño de 7, y un segundo hijo en camino, “el servicio de Gendarmería se implementó en 2016. Antes de ese año, era Carabineros quienes debían encargarse de todos los habitantes que recibían una condena. Y lo que se consideraba la cárcel era simplemente una pieza de 3 por 7 metros. En la actualidad el territorio físico se ha ampliado considerablemente. En 60 metros de ancho por 80 de largo, se distribuyen una sección para hombres y otra para mujeres; piezas que albergan 2 camas y un baño; un taller de artesanía en madera y piedra; un salón de venta de productos artesanales para todo público; un “techo” donde los presos tienen un fogón donde pueden pernoctar al aire libre si desean y también mantienen un huerto.”

El complejo penitenciario es un servicio completo, a pesar de ser  reducido está adaptado a todo tipo de población penal; cuenta con 15 funcionarios uniformados más 5 profesionales (asistentes sociales, sicóloga y encargada administrativa). Ahora, entre la realidad continental y la propia de Isla de Pascua hay una pequeña gran diferencia, la Ley Pascua 16.441, en sus artículos 13 y 14, faculta bajar un grado al mínimo señalado en la ley chilena para las penas en los delitos sexuales y los delitos básicos  para la gente que nace o vive en la Isla. Por ejemplo: una persona que es condenada por uno de estos delitos, en cualquier parte del territorio nacional, parte con una pena de cinco años y un día, en Isla de Pascua al aplicar esta Ley, ese mínimo de pena baja inmediatamente a tres años y un día. La consecuencia  de esto es que en el sistema judicial chileno, cuando los delitos tienen una pena mínima de tres años y un día, el condenado puede acceder a las llamadas medidas alternativas de privación de libertad, que son los beneficios de remisión condicional de la pena, reclusión nocturna y libertad vigilada.

Según Ibañez, la tendencia actual es eliminar estos beneficios, ya que si bien en el pasado se consideró la falta de información y educación de los isleños, hoy ese problema ya se ha superado… “los jóvenes están informados y actúan con consciencia. Los delitos más frecuentes son los delitos sexuales y el tráfico de marihuana. Sin embargo, la delincuencia en Rapa Nui ha disminuido. En la actualidad hay 7 recluidos en sistema cerrado, que son imputados y condenados, y 13 en sistema abierto, que son penas alternativas como la libertad vigilada y el PSBC o trabajo comunitario. Aquí, los internos son todos hombres; la delincuencia es un problema fundamentalmente masculino. Por otra parte, el arresto domiciliario es un trabajo de Carabineros, no de Gendarmería.”

“El día típico para un recluso es la levantada a las 8:30 horas. Se les exige aseo personal, que estén vestidos y se formen. Toman desayuno y enseguida, entre las 10 y 12 horas,  hacen trabajo de taller con máquinas. A las 13 horas almuerzan (tenemos almuerzo concesionado). Hay un receso hasta las 15 horas y luego se vuelve al trabajo artesanal sin máquinas hasta las 17: 30 horas. Enseguida se encargan del aseo en los sectores de trabajo.  La cena es a las 18 horas. No hay un comedor, todos comen en sus celdas, donde tienen televisor, DVD, películas y otras comodidades básicas como una pequeña despensa, un hervidor, una parrilla eléctrica, y a partir de esa hora ya no salen al exterior. Los internos tienen días de visita los jueves y domingos, de 9 a 13 horas, y de 15 a 17:30 horas. Además reciben a locales y turistas  interesados en sus productos artesanales;  tienen autorización para vender en la sala de exposiciones de lunes a viernes, en el mismo horario.

A lo largo de un pasillo se alinean las habitaciones. Nos llama la atención una pequeña pieza atiborrada de obras en madera, las paredes cubiertas… Se trata de la habitación de José Manuel Tuki, considerado “el Rey” de la población penal. Casi 3 años atrás recibió una condena por homicidio simple (agredió a un hombre con un botellazo que resultó mortal) y anteriormente ya había cometido delitos considerados básicos y el no pagar la pensión de sus cuatro hijos. José también trabajaba ahí cuando quedaba en libertad para enseñar artesanía a los internos. Fue él quien fundó el taller de artesanía hace 11 años gracias a un convenio con el municipio. José no lo pasa mal. Reconocido como artista, su obra artesanal es numerosa y de gran calidad y le ha significado ganar mucho dinero. “Personas que he capacitado aquí están ahora trabajando afuera como artesanos”…afirma Tuki. Hacia el futuro, con notable visión, tiene planes de instalar un museo artesanal.

Otro de los habitantes del penal es el joven Cristián Ramírez Mariqueo,  de etnia mapuche, que vive hace 5 años en Isla de Pascua. Es serio, de talante sombrío. Fue condenado por el delito de violación a 3 años y un día, y hasta el momento ha cumplido 1 año. Se siente cómodo en prisión, trabaja en el taller de artesanías y en el huerto, pero añora recuperar la libertad y radicarseen Santiago.

Bajo un sistema organizado y eficiente, en un contorno de paisaje verde y marítimo, los presos rapanui son personas que cumplen con la justicia y el sistema. Cuentan con asesoría sacerdotal y diversas personalidades vienen a ofrecer charlas y conversatorios. Para muchos la cárcel es considerada una universidad donde cada preso puede aprender, trabajar y vender su artesanía, saliendo mejor preparado que cuando ingresó.