At that time there were lepers on the island that they shared with their families, they went to mass together on Sunday. Only the chronically ill went to the lazaret. Actually we were all technically lepers and that left me marked. At age 15 (1943) I volunteered to work as an assistant in the hospital and in the home of practitioner Marcos Figueroa Retamales. I wanted to be a nurse and learn Spanish. In 1948, when the ship Allipén, Pedro Teao, I, Luis Paoa Paté, Ventura Chavez Hito, Florentino Hey Riroroko and Valentín Riroroko arrived, we boarded the ship to escape to Valparaíso. Dockers, laughing, recommended us to hide in a cellar. I realized that it was a trap and we went to winery No. 2. There we found that the bilge table was open and we got in. It was a meter and a half deep. The ship carried bales of cowhide, we opened two and made a bed in the bilge to lower the water level. We had water to the nose and the plank over the head. At night we went out to breathe. My friend Luis Figueroa Retamales also traveled and brought us bread and other things. After looking for us everywhere, we felt the ship’s engines and how it carried animals could not return. Soon we went on deck and lay on the bales of wool. There we found Miguel Paoa who had also sneaked in and since he was eleven, everyone believed he was the son of a passenger. The pilot was holding his head. I couldn’t believe we were in the bilge.

En 1952 me embarqué en el Pinto y volví a la isla como enfermero naval . Fui nombrado Jefe y encargado del Lazareto. Ahí conocí a varios Korohua como Arturo Teao (+1947) y Gabriel Hereveri (+1965), quienes contaban las historias de la isla al Padre Sebastián Englert, tal como se las relató el anciano Pu´ Ara Hoa antes de morir en 1915. Muchos de los ancianos que estuvieron en el leprosario habían visitado la casa de la señora Vero Tangata, la madre del niño Tepano que llegó enfermo desde Tahiti en el Angamos en 1888 y se contagiaron. Primero trabajé con la Dra von Humber. Ella trajo el Avlosulfon que era muy tóxico y la gente se ponía amarilla, entonces lo reemplazó por el Conteben en tabletas que era mejor. Después vino la Dra Hilka von Belling, una lepróloga, que trajo los últimos tratamientos y nos enseñó hacer los exámenes para detectar si había bacilo de Hansen. Algunos no tenían bacilo, solo manchas, por eso había que investigar tenían sensibilidad o no. El “pinche” y “toc” lo aplicó el Dr Meneses, el que no tenía sensibilidad en la piel con la mancha estaba con lepra. Los médicos decidían a quién se debía aislar. Cómo el período de incubación era muy largo, hasta 20 a 25 años, ello nos obligaba hacer exámenes periódicos a toda la población. En poco más de dos años tratamos a todos los leprosos y detuvimos la enfermedad. Tenemos que agradecer a la Armada y al Estado de Chile, sin ellos, hoy seríamos todos leprosos.

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