Corría el año 1966. Una base militar de la USAF (Fuerza Aérea de los Estados Unidos) con 120 hombres al mando del Coronel John Ashley, se instaló en Rapa Nui con el nombre de Centro de Investigaciones Ionosféricos ITT. Esta base rastreadora de satélites fue autorizada por el ex presidente Eduardo Frei Montalva a través de un convenio con la Fuerza Aérea de Chile.
El pueblo rapanui no paraba de asombrarse. En Mataveri, el lugar que hoy ocupa la Dirección General de Aeronáutica Civil, empezaron a caer del cielo sesenta paracaídas con contenedores para dormitorios, comedores, oficinas, casino, planta eléctrica, hospital dental, etc. Asimismo, los aviones Hércules bajaron otros cincuenta en la ladera del camino al volcán Rano Kau, recinto que fue cercado completamente con alambre de púas. Ninguna autoridad isleña tenía acceso, salvo los militares gringos. Todos estaban vestidos de blanco, parecían médicos. También le fue negada la solicitud de ingreso del entonces presidente del Senado, Dr Salvador Allende, quién visitó la isla en compañía de los guerrilleros del Che Guevara para luego acompañarlos a la Polinesia Francesa (Tahiti). Su único comentario fue: “aquí en Chile pasan tantas cosas de las cuales uno no tiene idea”.
De un dia para el otro la tranquilidad y pasividad de la isla se transformó en alegría y muchos dólares. Más de cien isleños, hombres y mujeres, fueron contratados por los “Marite” (americanos) como choferes, para cumplir labores en el casino y en la construcción, con muy buenos sueldos. Ellos solían mantener excelentes relaciones con la comunidad, todos estaban contentos, en especial las bellas jóvenes de la época. Todos los viernes se realizaban alegres fiestas bailables que duraban hasta altas horas de la noche. Se pasaba muy bien, a nadie le faltaban dólares. Hubo un desarrollo económico nunca antes visto en la isla. Comenzó a cambiar todo. Hubo más ropa, cosas para la casa, radios, grabadoras, muñecas, perfumes, fantasías, desodorantes, cremas y máquinas de afeitar. También llegaron más bebidas alcohólicas y de fantasía y todo era muy barato.
Según algunos autores, la estadía de los americanos causó en la población un daño irreparable al cambiar su sistema polinésico de vida, por uno más continentalizado. Sin embargo, la percepción de la población rapanui fue diferente: “Los isleños aprendimos a sentirnos como gente. Aquí toda la calle era pura tierra. Cuando pasaba un vehículo conducido por uno de los chilenos, tú veías la polvoreda, pero cuando pasaban los americanos, iban despacito detrás de ti. Primera vez que nos sentíamos tomados en cuenta y respetados como personas, fue la diferencia entre americanos y chilenos.”
Su repentino retiro produjo gran sorpresa en la isla. Comenzó el 5 de septiembre de 1970, un día después de haber sido elegido Salvador Allende como Presidente de la República de Chile, y terminó en enero 1971. Temprano, a las 05:00 horas aterrizaban en el aeropuerto Mataveri los mismos aviones Hércules y en la rada de Hanga Pico fondeaba el transporte naval “Wayandot” y la fragata “Shols”, ambos con bandera norteamericana. En menos de siete horas gran parte de la base militar fue desmantelada, sin que hubiera habido explicación alguna. A mediodía aterrizaba un avión que traía al embajador don David Young, para firmar, junto al gobernador, un documento de protocolo, en que los norteamericanos donaban al Gobierno de Chile para la Isla de Pascua, la planta eléctrica para entregar luz habitacional al sector urbano, una grúa, seis camiones y una micro, un bulldozer y otras maquinarias, una estación de radio y una clínica dental para la Fach. Finalizado el acto nos trasladamos al aeropuerto para embarcar al embajador. Los aviones Hércules ya habían despegado, como asimismo, habían zarpado los dos navíos navales. El personal que quedó cesante y muchas niñas rapanui, unas embarazadas y otras con guaguas en el brazo, despedían a sus gringos con emoción, lágrimas en los ojos y los brazos en alto. Para algunas la tristeza no duró mucho. Al poco tiempo apareció un avión especial de la USAF embarcando a 13 mujeres rapanui y una continental para trasladarlas a los brazos de sus amados. Actualmente han regresado solas o con su familia, por lo menos unas cinco de ellas. Los rapanui, tarde o temprano, siempre regresan a su tierra.