Antiguamente era costumbre criar hijos de otras familias al no poder tener hijos propios, no poder criarlos o simplemente por querer tener más hijos como fue el caso de Niso Tuki: “Yo no viví con mis padres biológicos: Eduardo Tuki Hey y Magdalena Tepano Ika, sino con mis padres de crianza: Alejo Rapu y Filomena Pua Pakomio, quienes solo tenían dos hijos (Joaquín y Martín), pero querían otro más. Al nacer yo, ellos le pidieron a mi madre que me traspasara a ellos como hijo. Ella no quería pero mi papá la obligó; es que las mujeres tenían que respetar al hombre. Los que mandaban en una familia era el padre y luego el primogénito porque representaban a las familias de los clanes y las hijas mujeres, al casarse, se integraban a otra familia.
Recién a los 16 años supe que tenía otros 12 hermanos. Me impactó mucho y de ahí nunca más volví con los Rapu sino me fui a vivir con los Tuki. Lo curioso fue que nadie dijo nada, así son aquí. Desde ese día me enfrenté a otro tipo de enseñanza. Los Rapu me habían introducido en las tradiciones y el conocimiento de la pesca, pero ahora mi nueva familia eran todos artesanos y artistas. Mi hermano Benedicto contaba historias de nuestros ancestros que había escuchado de nuestro abuelo Leon Tuki y yo estaba atento recordando y comparando las historias que había aprendido anteriormente. Lamentablemente nunca lo anoté.”
“Mis recuerdos cuando niño son de mucho trabajo. Salíamos muy temprano en la mañana al campo, arábamos la tierra y arreábamos los bueyes. Se trabajaba todo el día. Se criaban pollos y había un corral con vacas donde sacábamos leche y hacíamos quesillo. A mí me tocaba ir a las casas de la Armada para entregarles leche, huevos y quesillo. La leche la vaciábamos en botellas de vino, no habían otros envases en ese tiempo. El té o el agua lo tomábamos en tarros de conservas que llegaban desde el continente. Nuestra dieta diaria era zapallo con mote y taro cocido. Las tierras eran fértiles, también plantábamos maíz, camote y sandías.”
Durante 1909 hasta 1952 el Estado de Chile arrendó la Isla de Pascua a la hacienda ovejera inglesa Williamson & Balfour, que, junto a la crianza de corderos para exportar lana, también criaba cerdos para exportar manteca. Niso recuerda que en 1953, al asumir la administración la Armada de Chile, ésta mantuvo la costumbre de entregar cuatro corderos al mes. “A los trabajadores nunca les faltó la carne. Aquellos isleños, que no eran empleados regulares, no recibían esa ración y debían plantar maíz para alimentar a los cerdos de la Armada y con la venta obtenían lo necesario para su sustento. Una vez al año, después de la esquila, llegaba el barco de la Armada para llevar los fardos de lana y la manteca al continente y a su vez traía el abastecimiento de harina, arroz, azúcar, velas, fósforos, etc…claro que los comestibles no duraban todo un año. Cuando se acababa la harina nuestras madres pedían los sacos para hacernos ropa. Zapatos no teníamos, andábamos a pata pelada. Caritas Chile a veces enviaba zapatos y lápices que obviamente no alcanzaban para todos y si uno iba a bañarse al mar y se los sacaba podía no encontrarlos al salir del agua.”
Uno de los principales problemas que debieron enfrentar los rapanui desde la anexión a Chile en 1888 hasta 1950 fue la lepra traída desde Tahiti. Niso recuerda que cuando niño visitaba con los Rapu unos parientes que padecían la enfermedad. “La Armada estaba ahí donde está hoy el Banco del Estado y controlaba para que nadie saliera. El año 1969 fui a hacer el servicio militar en Playa Ancha con Elías Rapu. Un capitán nos pidió un examen con rayos X, seguramente por la lepra, y al no presentarlo no pudimos ingresar.”
“Era otro tiempo y la enseñanza era muy diferente. Por ejemplo, hoy todos abren una llave y sale agua, pero antes teníamos que bajar a la cueva Ana Vai Teka, entrar en cuclillas con un tarro vacío de 3 litros, de esos en que Caritas enviaba quesillo a la isla. Teníamos que arrastrarnos por la cueva hasta encontrar un depósito de agua, llenar el tarro y regresar. Pobre de ti si botabas agua en el camino, te retaban y como castigo debías regresar a la cueva. En los años sesenta entré a la escuela. En 1962, a los 11 años, me fui con mis padres de crianza y su hijo Joaquín a Valparaíso a estudiar en el liceo N° 4 frente al Hospital van Buren. Cuatro años después volvimos a la isla cuando el aeropuerto Mataveri estaba en plena construcción a cargo de la empresa Longui que llegó con 60 obreros de la construcción. Ellos fueron apoyados por los gringos con combustible para las máquinas. Fue una época de grandes cambios.”
Los gringos a quienes se refiere Niso Tuki fueron los militares norteamericanos que – gracias a un convenio entre la Fuerza Aérea de Chile y la US Air Force durante el gobierno de Jorge Alessandri – habían instalado en Pascua en 1965 una base reastreadora de satélites con más de 100 hombres solteros realizando trabajos y alternando con la población. En ese entonces había en Pascua cerca de 1200 rapanui y unos 143 continentales. Así fue, que a partir de 1966, con el advenimiento de la administración civil durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, la isla se vincula con el mundo exterior con los medios de comunicación, los contactos aéreos permanentes y la llegada de grandes contingentes de funcionarios públicos continentales, turistas extranjeros y nacionales.
Niso hace memoria: “También llegó la ECA que vendía abarrotes, cigarros, de todo. Una vez listo el aeropuerto, todos los dueños de terrenos que colindaban con el aeropuerto cedieron un tramo para el camino, menos uno, Rafael Roe, cuyos descendientes ahora reclaman después de haber vendido gran parte de su terreno. La juventud de hoy es terrible, ya no les interesan las tradiciones ni el bien común. Venden sus tierras, no les interesa saber quiénes son, no quieren aprender su lengua, su genealogía, su historia y la toponimia . Hasta le perdieron el respeto a sus koros, sus mayores. La gente actual de la isla son todos makupuna, nietos que solo quieren lucrar con la herencia que nos dejaron nuestros tupunas, nuestros ancestros.” Niso resalta que antiguamente los antepasados eran sabios, respetuosos de sus jerarquías y de la naturaleza: “Nuestros tupunas, los primeros navegantes que llegaron con Hotu Matua, eran científicos. Tu’u Koiho era conocedor de la astronomía, de las corrientes marinas y de los vientos. Lo acompañaba Nuku Kehu, un arquitecto, Heiromo, un agrónomo y Paparona quién traía el conocimiento de los escritos Rongo-Rongo. Según los relatos que escuchaba Niso de los mayores, se escribía en sobrerrelieve los conocimientos sobre astronomía y en bajorrelieve aquellos relacionados con la sobrevivencia. La forma de leer era con los dedos, por contacto podían leer hasta en la oscuridad sin confundirse. También tenían conocimiento de los espíritus, por ejemplo, la gente de hoy dice que Make Make es un dios, pero no, es un espíritu.” Niso cuenta su versión de una antigua leyenda: “Una mujer llamada Haua estaba en Hanga Nui para sacar agua con una calabaza. La corriente se llevó la calabaza y ella trata de rescatarla. Al entrar al mar se le acerca un tiburón y la engulle para luego expulsarla en el Motu Motiro Hiva (Islote Salas y Gomez). Ella sube por las rocas y ve que no hay casas ni plantas, solo aves. Mientras tanto el tiburón gira alrededor del islote y sube por las rocas convirtiéndose en un hombre. La vieja Haua le pregunta cómo se llama y él le responde Make-Make. Esta es la primera vez en la historia de Rapa Nui que aparece Make-Make. También le decían Atua Hiva.”
Niso Tuki , después de vivir 10 años en Vaitea cuidando vacas con su sobrino Felipe Tuki Tepano, vuelve a Hanga Roa para ayudar a un familiar, Daniel Tepano, quién mantenía uno de los primeros hostales para turistas. En 1980 se casó con María Paté Pont con quién tiene 4 hijos. Después de 37 años de matrimonio, María da las gracias: “Niso es un muy buen marido, nunca me ha levantado la mano como muchos acostumbran aquí, además es un excelente papá, nunca quiso presionar a sus hijos, siempre decía:” déjalos que descansen, no quiero que sufran como yo sufrí.”
Desde 1988, Niso trabaja en la agencia de viajes Kia Koe guiando buses de turismo y lucha, junto a la Organización Ka Haka Hoki Mai Te Mana Tupuna, para la repatriación y re-entierro de los Ivi Tupuna ( huesos de los ancestros). “Para nosotros los Moai sobre los Ahu no significan nada sin sus Pukao (peinados o sombreros), sin sus Mata (ojos) y sin sus Ivi Tupuna.”